martes, 10 de diciembre de 2013


“QUE NO SE PIERDA NI UNO DE ESTOS PEQUEÑOS.” Por Iván Muvdi.



Lecturas del día: (Martes 10 de diciembre de 2013). Comentarios al final de las lecturas.
 
Lectura del libro de Isaías (40,1-11):
«Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»
Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor–.»
Dice una voz: «Grita.»
Respondo: «¿Qué debo gritar?»
«Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre.»
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.» Palabra de Dios.
 
 


Salmo Responsorial (Sal 95,1-2.3.10ac.11-12.13-14).

R/. Nuestro Dios llega con poder

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.

Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: « ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.» Palabra del Señor.


Muy amados en el Señor, el día de hoy, la liturgia nos presenta como tema central la alegría; la alegría de Dios por cada pecador que se convierte y deja atrás su vida licenciosa y la alegría que debe colmar el corazón de todos los que hemos vivido la experiencia del perdón.

Antes de comentar en detalle las lecturas, creo que es importante para entender el contexto lo siguiente:

Ya les he venido escribiendo que en tiempos de Isaías, el pueblo de Israel se encontraba exiliado por causa de Babilonia. La primera lectura de hoy se enmarca dentro del hecho de que los sobrevivientes a la conquista, ahora son esclavos y en este preciso momento se encontraban forzosamente trabajando en la remoción de piedras y nivelación del terreno para construir la “vía sagrada” a Marduk, dios de los babilonios. Si aún este trabajo es complejo hoy, a pesar de las maquinarias con las que se cuenta, traten de imaginarlo hace muchos siglos. Yo viví la experiencia de aplanar la base sobre la cual se construiría una casa de interés social para una familia necesitada. Después de pocos minutos de usar un madero con algo pesado sobre uno de sus extremos golpeando repetidamente la arena y las piedras en el suelo, era increíble las consecuencias del esfuerzo; el dolor en los dedos y músculos de los brazos e incluso algunos sectores del torso, fue intenso y duró varios días.

Les he venido diciendo que nuestro Señor no castiga, sin embargo, así se le concebía en la antigüedad y por eso notarán en la lectura que se dice que el pueblo (que pecó por idolatría) ha recibido “de la mano del Señor” “doble paga” por su pecado. Todas nuestras acciones traen consecuencias y Dios es ajeno a eso. Lo que sí hace Dios es venir en nuestro auxilio y orientar cualquier situación, por más dolorosa que esta sea, hacia un gran bien, siempre hacia nuestra salvación. Por esto, San Pablo dirá en su carta a los Romanos que “todas las cosas ocurren para bien de los que aman a Dios”. (Ro 8, 28).

Pero, si se dan cuenta, para reforzar lo que ahora les indico, miren lo que hace Dios. Su pueblo se desgasta construyendo una vía para un dios extranjero. ESA ES LA SITUACIÓN. Observen cómo Dios la orienta cuando les dice, es para Mí para quien construyen esa vía y es en su interior. Por esa vía yo llegaré hasta ustedes. Por eso la situación debe dejar atrás el desánimo y la tristeza y debe pasar a un contexto nuevo: (Escuchemos la voz del Señor): -Súbete a un alto monte, portador de la buena nueva para Sión. Clama con voz poderosa, mensajero de la buena nueva para Jerusalén.

Di a las ciudades de Judá: «Ahí está nuestro Dios... ¡Ahí viene el Señor!».

Entonces, mis queridos hermanos, ¿cuáles son tus montañas? ¿Cuál es ese terreno escabroso sobre el cual debes pararte y clamar victoria en nombre del Señor?

Aunque la imagen que vamos a contemplar en las lecturas será nuevamente la del pastor, lo central es la ALEGRÍA EN DIOS.

Nuestra alegría es saber que Dios nos ha perdonado, está en haber descubierto a un  Dios que es mucho mejor que nosotros, que no nos ama por nuestras virtudes sino porque  somos sus hijos; y que nos amará siempre.

Son muchos los que les gusta presentar a los demás a un Dios verdugo, castigador; pero si se dan cuenta, vemos a un Dios-Amor, que se aflige al ver el sufrimiento de su pueblo hasta el punto de conmoverse. Son los sentimientos de un padre o una madre que con dolor debe permitir que su amado (a) hijo (a) padezca por un instante una situación que le fortalecerá y que le dará una lección de vida. Por eso, Él mismo nos acompaña en la adversidad.

El salmo responsorial hace eco a estos sentimientos y a las realidades que les he venido exponiendo, por eso, el salmista nos pide “que le cantemos a Dios un cántico nuevo”; tal vez, ya no tantas recriminaciones y quejas, un cántico nuevo en donde se exprese el sentirnos realmente amados y protegidos. Ahora bien, si las adversidades nos han dejado en el suelo, entonces, pidámosle, como dice la canción, a la Santísima Virgen María, que afine nuestras cuerdas del alma y nos haga música de Dios y para Dios: “Me quedé sin voz con qué cantar, y mi alma vacía, solíase quedar. Y pensé para mí, me pondré en sus manos, manos de Madre, me confiaré a su amor. Y tú María, hazme música de Dios, y tú María, afina tú las cuerdas de mi alma, aleluya, amén”.

En el Evangelio, el Señor inicia el coloquio con una pregunta, ¿qué os parece? El perdón ha sido motivo de escándalo y de tropiezo para la mayoría; sólo para darles un ejemplo en qué pensar: ¿qué piensan con relación a dejar que los terroristas de las FARC, en aras de la paz, no paguen un solo día de cárcel? ¿QUÉ OS PARECE? El día de ayer escuchamos que al decirle Jesús al cuadripléjico que sus pecados le estaban perdonados, la reacción negativa de la mayoría no se hizo esperar.

Igual hoy, somos muchos los que juzgamos a los demás y quizás consideremos que no merecen ser perdonados o gozar de la alegría del perdón, que en Cristo, Dios nos ofrece a todos. ¿Cuántos de nosotros, incluso pastores de comunidades, no se conforman con las 99 y se quedan en la “seguridad de ese número”? No, mis queridos hermanos, Dios no se conforma con los millares de ángeles y santos; Él siempre es un Dios a la búsqueda del hombre, especialmente el que está alejado.

El centro de esta parábola es: ¡la alegría de Dios! Su alegría es encontrar de nuevo, es perdonar, es salvar, es devolver la felicidad. Aunque no lo referencia el texto de hoy que inicia en el versículo 12, la introducción se encuentra en el versículo anterior (11): “el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdido”. Dios se alegra porque un hombre que se creía separado de su amor descubre que el Padre le ama y se  abre a ese amor. Esa es la alegría del perdón, eso es lo que nos lleva a cantarle a Dios un cántico nuevo, a ser sus heraldos y gritar llenos de gozo. El profeta pregunta ¿qué debo gritar? Y Dios le contesta que aunque toda pasa y todo se termina, “Dios, su Palabra, permanece.”

 

San Agustín decía: “te busco para encontrarte y te encuentro para buscarte de nuevo”.

 

Oh, mi Señor! No dejes que me pierda entre tantos caminos y situaciones. Que ninguna adversidad pueda separarme de Ti, antes, por el contrario, todo acontecer me fortalezca y me una más a Ti. Te abro mi corazón para que vengas a mi encuentro, que sea el encuentro de la sed de Dios por la salvación del género humano y la sed del hombre que sólo en Dios se siente pleno y completo.

Que viva cada día una búsqueda de ti para encontrarte en todo lo que me rodea. Concédeme la gracia de la conversión para ser motivo de alegría en el cielo. Que todos mis hermanos puedan sentir, que no hay pecado que Tú no puedas, o no quieras perdonar. Que con la asistencia de la Madre, María Santísima, pueda brotar de mi alma una sinfonía de santidad y de amor a Ti y a mis hermanos. Tuyo soy, Señor, y tuyo quiero ser. Búscame, encuéntrame y lleno de alegría, llévame sobre tus hombros".

 





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