sábado, 28 de diciembre de 2013


“Dios es luz sin tiniebla alguna”. Por Iván Muvdi.


Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1,5–22):

Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
Palabra de Dios.

Salmo Responsorial:

R/. Hemos salvado la vida,
como un pájaro de la trampa del cazador
.

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
R/.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
R/.

La trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (2,13-18):

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.»
Palabra del Señor.

Meditación:

Hoy celebra la Iglesia el día de “los santos inocentes.”  Esta celebración corresponde al cruel asesinato, por orden del rey Herodes, de muchos niños en razón de que los sabios de oriente no regresaron a informarle dónde había nacido el Mesías que los hebreos habían estado esperando y que por ende amenazaba su reinado y el del Imperio Romano, pues como sabemos, los judíos esperaban a un Rey como David que establecería nuevamente su reinado pero desde el aspecto político.

Esta fiesta dentro de la octava de navidad, nuevamente nos pone en evidencia, tal y como lo hizo la festividad de San Esteban, mártir, de que el camino de Jesús, es un camino duro y por ende así lo será para todo aquel que decida recorrerlo. El mundo, inmerso en la oscuridad, no soporta la luz, ocurre igual que con nuestros ojos; una vez sometidos a un largo tiempo en oscuridad, al contemplar nuevamente la luz reaccionan de manera muy sensible porque ya se habían habituado a la oscuridad. El Apocalipsis nos dice que frente a la Mujer encinta, próxima a dar a luz, se ubicó el dragón para devorar al niño tan pronto naciera. Herodes se sintió amenazado; toda su avaricia, todo su deseo de grandeza y de vanagloria, sus ansias de dominación y de poder se encuentran en peligro. Si el pueblo judío, reconoce a un niño que recién ha nacido como su rey y del cual los sabios de oriente le anunciaron como el Mesías; Herodes está perdido, por eso hay que matarlo.

Tiempo vendrá en que por las mismas razones, los miembros del Sanedrín condenarán a muerte a Jesús. Lo llevan a la cruz para no perder los privilegios que Roma daba a la clase religiosa más selecta.

En la primera lectura, San Juan nos escribe: “Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras”.

Pienso que una de las grandes dificultades de la cultura cristiana de hoy es que decimos una cosa y hacemos otra. Somos creyentes, amamos a Dios, conocemos los mandamientos, pero el mundo no cambia. Soy un cristiano pero soy injusto en el pago y el trato a mis empleados. Soy cristiano pero despojo de mi confianza a Dios y se la doy a una “vidente” que me indique cómo será mi futuro y qué debo hacer para alcanzarlo; soy cristiano practicante pero no me importa lo que le pase a mi vecino. Debemos trabajar mucho la coherencia entre lo que decimos creer y la forma como vivimos nuestra fe. San Pablo, en su primera carta a los Corintios, nos dirá: “Cuando alguien se une al Señor, se hace espiritualmente uno con Él”. (1 Co 6,17). Ahora bien, ¿qué debe hacer quien se ha unido a Dios? El mismo San Juan en su primera carta nos da una respuesta contundente: “El que dice que está unido a Dios, DEBE VIVIR COMO VIVIÓ JESUCRISTO”. (1 Jn 2,6).

El camino del cristiano no es fácil, sobre todo si el mundo va por un lado y a nosotros nos toca ir por uno muy diferente, porque como nos dice la misma Escritura: “aunque podemos hacerlo todo, no todo nos conviene”.   (1 Co 6,12). El no hacer todo lo que este mundo espera que hagamos generará fricciones, persecuciones y demás actitudes adversas, pero al final recogeremos el fruto de nuestro esfuerzo: “Ustedes saben que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien, corran ustedes de tal modo que reciban el premio”. (1 Co 9,24). Sin embargo, mis queridos hermanos, hemos sido iluminados para llevar la luz de Dios a nuestros hermanos. Les dije que en principio, los ojos acostumbrados a un entorno de oscuridad se hacen muy sensibles  a la luz y por ende la rechazan; sin embargo, ello no quiere decir, que ellos no puedan nuevamente habituarse a un entorno de luz. Esa es la conversión y la gracia de Dios siempre está presta a conquistar incluso al corazón más endurecido. Dios nos ama tanto que estoy seguro que todo ser humano en muchos momentos de su vida ha escuchado el toque de Dios en su corazón; son muchas las oportunidades que nos da, pero cada quien decide abrir o permanecer a puerta cerrada.

El Salmo responsorial menciona que: “Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte”… nos habrían tragado vivos nuestros enemigos, nos habrían arrollado las aguas… El Señor estuvo y está de nuestra parte, si no hubiera sido así, ninguno de nosotros tendría la posibilidad de ir al cielo, pues ninguno hubiera podido, por sí solo, salir del lamentable estado al que fuimos sometidos por el pecado. A veces, nos olvidamos de este incalculable beneficio que nos ha otorgado Dios en la Persona de su Hijo y por eso nos cerramos a perdonar a nuestros hermanos y nos creemos con el derecho a pensar que tampoco Dios deba perdonar a X o a Y persona. En nuestro corazón no puede subsistir la idea de que nuestros hermanos no puedan recibir aquello que a nosotros mismos nos ha beneficiado: el perdón, el amor, la oportunidad de levantarnos de nuestras caídas e iniciar de nuevo el recorrido del camino que Dios nos ha trazado en frente de nosotros.

En el Evangelio, tomado de San Mateo, quisiera destacar la siguiente frase profética: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.»

Lamentablemente, mis queridos hermanos, hoy hay muchos nuevos Herodes que ven en el nacimiento de un niño una gran amenaza y que por ende deciden matarlo. Me refiero a la crueldad del aborto. Hoy no se ve, en muchos casos, a los niños como un don maravilloso de Dios; como la participación magnífica que tenemos los seres humanos de participar del mismo don creador de Dios al tener la posibilidad de extender nuestra existencia en un nuevo ser.

Pero me atrevo a decir que, en el orden de la gracia, también podríamos ser abortistas y me refiero a aquellos eventos en los cuales podemos, con nuestro mal ejemplo, dar muerte a la inocencia de los niños cuando les enseñamos a hacer cosas malas o a tolerar cosas malas. ¿Cuántos padres no les festejan a sus hijos cuando dicen malas palabras, o hace señas vulgares? ¿Cuántos no enseñan la malicia y la morbosidad cuando envían a los niños a tocar en su intimidad a otra persona? ¿Cuántos no dan pornografía a sus niños “para que aprendan”? Los casos son innumerables pero ¿qué futuro le espera al mundo si levantamos a nuestros hijos de esta manera?

Por ejemplo, miren la dependencia que tienen a los juegos electrónicos y a la tecnología por la que no solo acceden a la pornografía con facilidad, sino que, la utilizan para las famosas “pruebas de amor” que consiste en enviar fotos de desnudos a “su pareja”; para maltratarse con la modalidad del bullying y sobre todo, para hacerse cada vez más impersonales en el trato de los otros y para alejarse cada vez más de los seres familiares que conviven a su lado. Cada quien en su isla. ¿Qué futuro nos espera?

Que en este tiempo de navidad el Señor nos conceda a todos la gracia de comprender qué es lo más esencial e importante en nuestra relación con Él, en nuestra relación con los demás y en nuestra relación con nosotros mismos.

Que Dios los bendiga mucho!

        QUEDAOS SIEMPRE CON DIOS!

Los inocentes de hoy:
 













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