“El hombre de
ojos perfectos.” Por Iván Muvdi.
Lecturas del día: diciembre 16 de 2013.
Lectura del libro de
los Números (24,2-7.15-17a):
En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista, divisó a Israel acampado por
tribus.
El espíritu de Dios vino sobre él, y entonó sus versos: «Oráculo, de
Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de ojos perfectos; oráculo del que
escucha palabras de Dios, que contempla visiones del Poderoso, en éxtasis, con
los ojos abiertos: ¡Qué bellas las tiendas de Jacob y las moradas de Israel!
Como vegas dilatadas, como jardines junto al río, como áloes que plantó el
Señor o cedros junto a la corriente; el agua fluye de sus cubos, y con el agua
se multiplica su simiente. Su rey es más alto que Agag, y su reino descuella.»
Y entonó sus versos: «Oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre
de ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios y conoce los planes
del Altísimo, que contempla visiones del Poderoso, en éxtasis, con los ojos
abiertos: Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza
la constelación de Jacob, y sube el cetro de Israel.» Palabra de Dios.
Salmo Responsorial: Sal 24,4-5ab.6-7bc.8-9
R/. Señor, instrúyeme en tus sendas
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (21,23-27):
En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?»
En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?»
Ellos se pusieron a deliberar: «Si
decimos "del cielo", nos dirá: "¿Por qué no le habéis
creído?" Si le decimos "de los hombres", tememos a la gente;
porque todos tienen a Juan por profeta.»
Y respondieron a Jesús: «No
sabemos.»
Él, por su parte, les dijo: «Pues
tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.» Palabra del Señor.
En la primera lectura de hoy, tomada
del Libro de los Números, el pueblo de Israel, conducido por Moisés, está cerca
de la tierra prometida, pero para llegar a ella aún tiene que atravesar el
territorio de los moabitas. El rey de Moab, que no los ve con buenos ojos, va
en busca de un profeta pagano, para que los maldiga porque se creía que el
profeta Balaam era muy poderoso. Sin embargo al contemplar a Israel, el
Espíritu de Dios lo tomó y en vez de maldecirlos, los bendijo. En un instante,
al ser guiado por el Espíritu Santo, sus primeras palabras fueron: “oráculo del
hombre de ojos perfectos”. Lleno de Dios, es capaz de ver a ese pueblo, Israel,
como un hermoso jardín plantado y cuidado por el mismo Dios. Lo que en
principio debió ser maldición, no pudo ser, se convirtió en bendición y en
anuncio mesiánico: “Avanza la constelación de Jacob, y sube el cetro de Israel”.
Ya Dios le había dicho a Abraham que su descendencia sería como las estrellas
del cielo; pero ahora, Balaam contempla a Israel como una constelación, pero de
manera especial, lo que ve guiado por el Espíritu es al lucero mismo de la
mañana, que es Cristo el Señor, Aquel que ha de gobernar a las naciones con
cetro de hierro. Es Dios quien lo ve todo perfecto, porque Él sabe lo que hace,
sabe hacia dónde nos conduce y en todo momento, cuál es su propósito. Cuando
nos apartamos de Él, cuando nos dejamos caer en el abismo de la miseria donde
nos ubica nuestro pecado, perdemos la perspectiva y no somos capaces de ver la
bendición que nos aguarda. Eso es lo que pasó a las autoridades religiosas
judías; llenas de avaricia, enceguecidos por el poder, por el dominio de las
masas, por el monopolio de la verdad; teniendo a Cristo en frente, sus palabras
y sus obras, siendo testigos de que los ciegos ven, los sordos escuchan, los
paralíticos se levantan, los muertos resucitan; aún se atreven a preguntarle a
Jesús con qué autoridad hacía sus obras y enseñaba a la multitud.
Que no sea esa nuestra tragedia.
Ellos no aceptaron a Juan el Bautista, no aceptaron a Jesús, ni aceptaron luego
a los apóstoles. No se trataba de acoger la verdad, se trataba de adueñarse de
ella, se trataba de aprovecharse de ella. Ruego al Señor, que nos ama, que
viene pronto, nos conceda la gracia de ver esta vida y a este mundo con sus
ojos, para que todo lo que veamos y recibamos sea una bendición que apunte
hacia la eternidad. Que Cristo, el lucero de la mañana nos guie con su luz como
lo hizo con los sabios de oriente para que podamos siempre encontrarlo y darle
nuestro corazón como ofrenda. ¡Dios los bendiga! ¡QUEDAOS SIEMPRE CON DIOS!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario