viernes, 13 de diciembre de 2013


“Los hechos dan la razón a la sabiduría de Dios”. Por Iván Muvdi.


Lectura del libro de Isaías (48,17-19):

Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: «Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.» Palabra de Dios.
 
Salmo Responsorial: Sal 1,1-2.3.4.6
 
R/. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
 
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,16-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: « ¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.» Palabra del Señor.
REFLEXIÓN:
 
El destierro es símbolo de la lejanía de Dios. Es preciso notar en el texto de Isaías, que cuando el hombre decide abandonar a Dios, alejarse de su camino para emprender uno propio que no tiene en cuenta su voluntad, termina mal. Hace algunas reflexiones atrás decíamos que la paga del pecado es la muerte. No podemos esperar nada bueno del pecado. Todo se nos presenta bajo la apariencia de lo más sublime, pero si no contamos con la sabiduría de Dios que nos ayude a discernir, estamos perdidos! Israel había superado la situación de esclavitud, pero decidió darle la espalda a Dios que los liberó, que los acompañó y los condujo por el desierto, quien hizo que cruzaran el Mar Rojo, el Río Jordan, quien derrotó al ejército del Faraón, quien hizo que tumbaran los muros de Jericó con sus gritos; se olvidaron de todo esto, se olvidaron de Dios mismo para irse detrás de los dioses del mundo que les rodeaba una vez ingresaron y se asentaron en el país que Dios mismo les había dado. Queda más que demostrado que vivir de espaldas a Dios es un retroceso en nuestra vida, es volver a vivir experiencias y situaciones ya superadas. Israel sin Dios volvió a las cadenas.
Muchas veces somos tan insensatos que cometemos, una y otra vez, el error de Jiel de Betel; para entender lo que les quiero decir, necesito explicarles algo: Cuando Israel ingresó a la tierra de Canaán, lo hizo a través de Jericó. En esta ciudad se había hecho lo malo ante los ojos de Dios y por ello se condenó a ser anatema (condena a ser apartado o separado de la comunidad como cuando se amputa un miembro del cuerpo. También puede interpretarse como maldición); Josué dijo entonces: “¡Maldito sea delante de Yahvéh el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad (Jericó)! ¡Sobre su primogénito echará su cimiento y sobre su pequeño colocará las puertas! (Jos 6, 26). Habiendo referenciado esto, volvamos al ejemplo que cité, Jiel de Betel; a pesar de lo que dijo Josué, este individuo reedificó Jericó y ello le costó la vida a su hijo mayor y a su hijo menor. (1 Re 16, 34). Este personaje prefirió perderlo todo (quedó sin descendencia, algo importantísimo para esta cultura) con tal de ver reedificado Jericó. ¿Por qué digo que cometemos su error? Porque muchas veces queremos reconstruir aquello sobre lo cual Dios ya venció y nos pide que dejemos atrás. Aquel rencor, aquel apego desordenado a la bebida, aquel vicio, aquella infidelidad, aquel maltrato, aquella injusticia, aquella impureza. Mis queridos hermanos, ¡NO REEDIFIQUEN JERICÓ! A veces, la última vez puede ser la mortal. Dice un refrán popular que la curiosidad mató al gato; pues en la vida espiritual hay una curiosidad que nos conduce a la muerte y que nos la inspira el enemigo de Dios y de las almas.
La respuesta del salmo es muy clara en su mensaje para hoy: “el que te sigue, Señor, tendrá la luz de  la vida”.
Israel pecó gravemente no sólo por no cumplir los mandamientos, sino por considerarlos innecesarios, inútiles. La realidad de hoy no es muy distinta. Se cree que esos mandatos milenarios están mandados a recoger, el mundo ha avanzado, el hombre ha avanzado y por ende Dios y la religión deben evolucionar. Hoy coloqué una imagen desagradable al inicio de esta reflexión, quise que desde un principio quedara claro hacia dónde iba yo con mi escrito. Se ha sacado a Dios de las constituciones de los países por respeto a aquellos que no creen, por la misma razón se le ha sacado de los colegios y de muchos entornos dejando a la sociedad a expensas del consumismo, del hedonismo, de la búsqueda desenfrenada del placer venéreo, del dinero fácil, etc. No sé dónde está la evolución del mundo y de su sociedad. El mundo está completamente ciego; y si un ciego guía a otro ciego, ¿no caerán los dos en el mismo hueco? ¿Creen que es realmente Dios el que debe evolucionar? Guerras, hambre por doquier, homicidios, genocidios, índices altísimos de abortos, de embarazos en niñas y adolescentes, incremento de SIDA y demás enfermedades de transmisión sexual, aumento de consumo de drogas alucinógenas, irrespeto a la autoridad, etc. Se ha generalizado la idea de reconstruir todo aquello que va contra la voluntad de Dios, Jericó por doquier y la consecuencia son los altos niveles de degradación social a los que hemos llegado. Ojalá que la Ley de Dios, como canta el salmo, sea nuestro gozo para ser como esos árboles plantados a la orilla del río. De lo contrario volveremos al periodo de la barbarie si es que no lo hemos hecho ya.
El Evangelio evidencia de manera definitiva el actuar de Dios y el actuar del hombre. Dios lo ha hecho todo, lo ha dado todo. El hombre le rechaza y se vale de cualquier excusa para hacerlo. Por ejemplo: a Juan el Bautista lo criticaban por su mortificación en el comer y en el beber; lo acusaban de tener un demonio. Cristo, por el contrario, come y bebe y lo acusan de ser glotón y bebedor, amigo de todo tipo de pecadores. Nunca estamos conformes, siempre nos justificamos y no nos damos cuenta de que los que se perjudican son todos los que hoy viven de espaldas a Dios pues no es Él quien nos necesita; aunque con su insistente búsqueda y todo su esfuerzo pareciera Él el necesitado; pero no es así.
Ojalá no pertenezcamos nosotros a ese grupo en donde se rechaza la Palabra de Dios en cualquier forma que se le presente.
Cuando nos signamos con la señal de la cruz en la misa, en la acción que precede a la proclamación del Evangelio, decimos a Dios: “Te abro, Señor, mi mente para entender tu Palabra; mi boca, para anunciarla y mi corazón para ponerla en práctica”; ojalá sea esta nuestra actitud frente  a la Palabra de Dios, que es Cristo mismo. Jesús es piedra de tropiezo para que muchos caigan o se levanten. Pido de corazón a Dios que nuestro encuentro con Él nos eleve sobre las situaciones adversas, nos comprometa en un proceso serio de conversión, para que podamos estar junto a Dios por toda la eternidad.
No olviden que así como José y María buscaron y prepararon aquel pesebre para acoger a Aquel que ni los cielos pueden contener, nosotros por estos días debemos darnos a la tarea de hacer de nuestro corazón un pesebre para que el niño Dios nazca y crezca en nuestro interior.
QUEDAOS SIEMPRE CON DIOS.



 

QUEDAOS SIEMPRE CON DIOS!











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