¿Creéis que puedo
hacerlo? (Mt 9, 27-31). Por Iván Muvdi.
La liturgia
de hoy sigue insistiéndonos en la importancia de la esperanza y de la fe en
Aquel que no defrauda.
El
profeta Isaías (29, 17-24) inicia su profecía diciéndonos: “PRONTO; MUY PRONTO”;
el desierto parecerá un bosque, los sordos oirán las palabras del libro, sin
ninguna tiniebla, ni oscuridad verán los ojos del ciego, los oprimidos volverán
a alegrarse con el señor, etc.
Anuncia
un futuro donde las realidades que nos hacen sufrir, dejarán de existir. No nos
permitamos desfallecer porque será pronto, muy pronto!
La
respuesta del salmo (27), nos exhorta a no tener miedo si es verdad que hemos
hecho del Señor, nuestra luz y nuestra salvación.
Por su
parte, San Mateo, nos presenta la sanación de dos ciegos que detrás de Jesús se
le van acercando gritándole “ten compasión de nosotros, Hijo de David”. Jesús
se detiene y les interpela con la pregunta que escogí para encabezar esta
reflexión de hoy: ¿creen que puedo hacerlo? Ellos le contestaron que sí y
entonces Él les dijo: “que suceda tal y como lo creen”. Y se obró el milagro.
Como
les escribí en mensaje anterior, esta época de preparación para la navidad es
primordialmente un tiempo de esperanza. Son muchas las cosas que nos agobian y
que pueden llevarnos a la más profunda oscuridad si somos presa fácil del
miedo, de la desesperación, de la desesperanza. Se me viene a la mente recordar
parte de aquellas bellas palabras que expresó, lleno del espíritu santo,
Zacarías cuando contempla al hijo que Dios le dio en su ancianidad, Juan el
Bautista; y después de haber permanecido mudo por nueve meses por no haberle
creído al ángel: “Nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los
que viven en tinieblas y en sombras de muerte”.
Por muy
oscura que pueda aparecer la noche de nuestras vidas, siempre debe animarnos la
certeza de que es cuando más pronto está por amanecer. Viene el sol sin ocaso a
iluminarnos mis queridos hermanos, abramos nuestro corazón a la esperanza y no
dejemos que nuestras dificultades emocionales, económicas, laborales,
familiares, etc. “Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”, por eso si el
Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré?
Cuántas
veces nos suceden cosas que se escapan a nuestra comprensión, tratamos una y
otra vez de entender ¿por qué el Señor las permite? Sin embargo, obtener la
respuesta puede llevar mucho tiempo, pues como lo he mencionado varias veces,
nosotros que no conocemos el futuro, medimos las cosas por cómo se ven ahora,
más Dios, para quien no hay límites ni en el tiempo, ni en el espacio, observa
todo desde el final dándole un propósito, siempre positivo, a las situaciones
que nos atormentan o nos causan dolor. Por eso, mis queridos hermanos, por esta
condición de sólo ver el aquí y el ahora, todos somos ciegos. La pregunta es,
¿realmente creemos que Dios es capaz de sacar un gran bien de las cosas malas
que nos ocurren? Es tan fuerte nuestra fe como para hacer nuestras las palabras
de san Pablo: “¿quién nos separará del amor de Cristo? ¿La desnudez? ¿La
miseria? ¿El hambre? ¿La persecución? ¿El sufrimiento? ¿Las dificultades? PERO
EN TODO ESTO SALIMOS MÁS QUE VENCEDORES POR MEDIO DE AQUEL QUE NOS AMÓ. ¡Nada
podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro
Señor!
El
verdadero milagro, amados en el Señor, es que nosotros seamos capaces de creer
contra toda esperanza; esto fue lo que hizo grande al patriarca Abraham que
creyó que una tierra llena de multitud de personas sería suya y de sus
descendientes; que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas a
pesar de su ancianidad y la de su esposa, que además, era estéril; creer y
seguir a un Dios cuya figura no veía. Creer contra toda esperanza, aunque todo
parezca imposible, Creer porque PRONTO, MUY PRONTO, todo cambiará. Es interesante
ver cómo termina Isaías, por lo menos a mí me tocó mucho: “Los que habían
perdido la cabeza comprenderán, y los que protestaban aprenderán la enseñanza”.
Deduzcan ustedes mismos si no vale la pena apostarlo todo para Dios. Lo que
ahora no comprendemos porque no conocemos el final, lo entenderemos y seres los
testigos, en primera fila, de la inmensa e inagotable misericordia y amor de
Dios; no olviden el salmo: “al ir iban llorando sembrando la semilla; al
volver, vienen cantando trayendo las gavillas”. (Sal 125). Lo que pasa es que
no nos gusta esperar, queremos que todo lo que consideramos bueno venga YA! No
hay otro camino distinto a la esperanza, a la paciencia, a la fe, a la
confianza plena en Dios que nos ama; sólo así se verá en plenitud que
ciertamente creemos “que Él tiene el poder” para bendecirnos plenamente, para
rodearnos de todo aquello que es necesario para nuestro bienestar físico y espiritual.
La Sma.
Virgen María es figura de entrega total, de espera paciente, de guardar en su
corazón todo lo que no entendía sin desesperar, sin renegar de Dios o de las
situaciones adversas, sólo esperó y miren todo lo que obtuvo.
Oh,
Señor! Cuán difícil es doblegar nuestra condición de fragilidad que nos lleva a
la duda, a la desconfianza, al temor. Sólo somos una hoja seca que el viento
puede mover con facilidad si nos aferramos a Ti. Danos tu mano, Señor, y
sálvanos que perecemos en medio de las tormentas de nuestra vida que dificultan
nuestra visión de Ti y de tu amor. Que la fe, la esperanza, la confianza y
nuestro amor a ti, nos lleven a no apartar nuestra mirada de tu rostro, por muy
violentas y fuertes que nos golpeen las olas o las ráfagas del viento. Si
sentimos que duermes, Señor, que sea nuestra oración insistente la busque
despertarte, para al final comprender que no eras Tú quien dormía, sino
nosotros. Jamás duerme el guardián de Israel.
Bendícenos,
Señor; fortalece nuestra fe, anima nuestra esperanza y permítenos confiadamente
esperar, perseverando en la oración y las buenas obras, el momento en que
llegarás a iluminarlo todo y a cambiar todo aquello que nos daña y que nos
duele. Amén.
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