miércoles, 19 de marzo de 2014


San José, un signo dentro de la Cuaresma. Día 15º en travesía por el desierto cuaresmal. Por Iván Muvdi.
 
 
Lectura del segundo libro de Samuel (7,4-5a.12-14a.16):

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre."» Palabra de Dios.
 
Salmo Responsorial:
 
R/. Su linaje será perpetuo

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.»
R/.

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.»
R/.

Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable.
R/.
 
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (4,13.16-18):

No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.» Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia.» Por lo cual le valió la justificación. Palabra de Dios.
 
Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,16.18-21.24a):

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor. Palabra del Señor.
 
1.   En la primera lectura de la liturgia de hoy que conmemora a San José, se nos narra la visión que tuvo el profeta Natán, el cual de parte de Dios, debía anunciarle al rey David que el Señor afirmaría para siempre su descendencia haciendo que de su linaje brotara para el mundo, el Mesías. Llama mi atención para la reflexión de hoy el hecho de que Dios Padre anunciara que ese descendiente “construiría una casa para su nombre”; así se nos presenta Jesús como el Templo vivo y verdadero donde el hombre se encuentra con Dios que ha venido primero a su encuentro. Si nos referimos a San José, cuya imagen es muy significativa en este tiempo cuaresmal, podemos decir que vivió para construir una casa para Dios principalmente en su interior. San José es modelo de silencio, de prudencia, de trabajo, de obediencia, de comprensión, de paz. Cuando fuimos bautizados, fuimos constituidos templos vivos de Dios; sin embargo, pese a que este sacramento nos ha liberado de la mancha del pecado original, aún persisten sus vestigios en nosotros, aún tenemos una naturaleza inclinada al mal, aún, el pecado y nuestra fragilidad hacen parte de nuestra realidad. Por eso es tan significativo que la Iglesia nos presente en esta época a San José como un modelo de austeridad, de silencio interior y exterior, siempre presto a obedecer al Señor y a realizar la vocación a la que fue llamado de ser custodio del Redentor. Qué bueno sería que en esta cuaresma trabajáramos ampliamente comprometidos con construir en nuestro corazón una casa para Dios y ser custodios de esa santa presencia en fidelidad y amor.
2.   El salmista inicia diciendo que cantará eternamente las misericordias del Señor. Cuántas veces hemos pasado la vida mirando lo que nos hace falta y no nos detenemos a mirar las múltiples bendiciones que Dios ya nos ha concedido. Si la Santísima Virgen prácticamente fue ocultada por los evangelistas en razón de ser Cristo el objeto de su escritura, y lo único que de ella se nos cuenta es sólo para afirmar las verdades de fe relativas a Jesús, ¿qué podríamos decir de José? Está aún más oculto, está aún más en el anonimato; sólo se nos dice que era carpintero y se nos menciona en la visita del ángel, en la huida a Egipto y en el regreso a Nazaret; sin embargo, el Señor le ha concedido ser llamado “justo” y con ello se describe completamente. Por eso dirá el salmista que la “misericordia de Dios, es un edificio eterno”. Si le dejamos edificar nuestro interior y que todo ello se proyecte a nuestro alrededor, será una construcción hecha sobre roca, la cual nunca caerá por violentos que sean los fenómenos que la azoten.
3.   La segunda lectura nos dice que Abraham ceyó contra toda esperanza y por eso hasta el día de hoy es conocido como el “padre de la fe”. ¿Qué es creer contra toda esperanza? ¿Qué tiene que ver eso con San José? Pues la misma Escritura nos da la respuesta: Te haré padre de tantos como estrellas hay en el cielo (Abraham era anciano y su esposa, también anciana, siempre había sido estéril); te daré un país en propiedad perpetua, (no sabía dónde quedaba y cuando por fin se sabe cuál es, resulta que está lleno de tribus que lo habitan); cuando por fin tiene un hijo, a los 100 años, siendo éste un muchacho, para poner a prueba su fe, Dios le pide que se lo ofrezca en sacrificio y Abraham estuvo dispuesto a hacerlo. Abraham creyó que Dios omnipotente podía hacerlo padre pese a los obstáculos, hacerlo dueño de un país habitado y de darle muchos hijos más pese a su edad, a la de su esposa y la prolongada esterilidad. Eso es creer contra toda esperanza, tener la certeza de que Dios cumple lo que promete venciendo cualquier obstáculo porque para Él no hay nada imposible. En el caso de San José, su fe, según mi forma de verlo, fue mucho más exigente, porque en el caso de Abraham se esperaba que creyera en lo portentoso y extraordinario; en el caso de José, se trató de que a pesar de que Jesús era Dios e Hijo de Dios, “tenía que huir a Egipto porque Herodes quería matarlo” y al regresar, se fue a Nazaret que ni siquiera aparecía en el mapa romano (por su insignificancia comercial) para mantenerse a salvo junto a su familia. ¿Si Dios es tan poderoso, por qué huir? ¿Por qué escondernos en Nazaret? Sin embargo, desde el silencio y la obediencia, José hacía todo cuanto Dios le pedía.
4.   En el Evangelio, se nos muestra a un José que aún ignorante de su vocación y misión, al percatarse de que Dios había tomado a María, se retira; pero luego de ser avisado por un ángel, obediente y fiel asume su misión como custodio de la Sagrada Familia y será él quien coloque al Mesías el nombre de Jesús, “porque Dios salvará a su pueblo de sus pecados”.
Quedaos con Dios.
 
 
 
 

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