viernes, 14 de marzo de 2014


DÍA 10º EN TRAVESÍA POR EL DESIERTO CUARESMAL: "desde lo profundo, a Ti clamo, oh Señor". Por Iván Muvdi. Marzo 14 de 2014.
 
 
Lectura de la profecía de Ezequiel (18,21-28):
Así dice el Señor Dios: «Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado –oráculo del Señor–, y no que se convierta de su conducta y que viva? Si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, imitando las abominaciones del malvado, ¿vivirá acaso?; no se tendrá en cuenta la justicia que hizo: por la iniquidad que perpetró y por el pecado que cometió, morirá. Comentáis: "No es justo el proceder del Señor." Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.» Palabra de Dios.
 
Salmo Responsorial:
R/. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?


Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
R/.

Si llevas cuenta de los delitos,
Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora.
R/.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
R/.
 
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,20-26):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.» Palabra del Señor.
1.   En la primera lectura, tomada de la profecía de Ezequiel, el Señor nos recuerda que su misericordia y amor son infinitos, que siempre está dispuesto a perdonarnos pero que lo único que requiere para realizar su obra en nosotros es que nos convirtamos, que dejemos atrás nuestros pecados. Dios no quiere nuestra desdicha, son nuestros pecados los que nos conducen a la desolación. Este tiempo cuaresmal es propicio para abrir nuestro corazón a la gracia y como el leproso, a la orilla del camino, gritarle al Señor: “si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad” y Él, con infinito amor dirá: “¡quiero! ¡queda limpio¡
2.   El salmista, consciente de sus pecados vislumbra el amor de Dios en el hecho de que el Señor siempre está presto a concedernos su favor y no a llevar las cuentas de nuestra maldad. Sin embargo, la clave para ponernos en sintonía con la misericordia de Dios, es “clamar desde lo profundo”; es desear con todas nuestras fuerzas dejar atrás la aridez de nuestros pecados y abrirnos al rocío de una nueva primavera en Dios; por eso, nuestra alma debe esperar en el Señor, “más que como lo hace el centinela a la aurora”.
3.   En el Evangelio de hoy, constatamos el hecho de que la misericordia de Dios entraña un compromiso para nosotros; es decir, además de nuestro deseo y compromiso de conversión, necesariamente, debemos ser misericordiosos con nuestros hermanos: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Le resta mucho valor a nuestros ofrecimientos diarios a Dios el hecho de que estemos en discordia con alguno de nuestros hermanos. El mejor ayuno que podemos ofrecer es abstenernos de herir al otro, de odiar, de albergar resentimientos, de ser injustos en el trato, de ser indiferentes al dolor ajeno. Debemos ser una extensión de las manos providentes del Padre bueno que hace salir el sol para justos e injustos. Cor meum vigilat. (Mi corazón vigila). Quedaos con Dios!
 
 

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