miércoles, 19 de marzo de 2014

MEDITACIÓN PARA LAS LECTURAS DEL 20 DE MARZO DE 2014.


“DIOS CREÓ EN TI UN CORAZÓN QUE NO DUERME PARA HACERTE CAPAZ DE AMAR”. Por Iván Muvdi. Día 16 en travesía por el desierto cuaresmal.
DIOS NOS CONCEDA LA LUZ PARA VER A LOS LÁZAROS DE HOY
 
Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

Así dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto. Nada más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones.» Palabra de Dios.
 
Salmo Responsorial:
 
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
R/.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
R/.
 
Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle la llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán."
Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto."»
Palabra del Señor.
Muy amados en el Señor, últimamente he tratado de presentar una idea de reflexión apara cada una de las lecturas por el afán de no extenderme tanto; aunque ello no significa que renunciaré a hacer análisis y estudios más profundo. Hoy, voy a iniciar por el Evangelio, para desde allí comprender la primera lectura.
El Evangelio de hoy nos presenta la parábola del rico, llamado por la tradición “Epulón” y el pobre Lázaro. Vamos a tratar de no perder de vista que todos los mensajes que nos presenta el Señor a través de su Iglesia a lo largo de este tiempo fuerte de cuaresma se enmarca dentro de las exigencias propias de este tiempo penitencial, a saber; la oración, el ayuno y la caridad que operante se manifiesta en las obras de misericordia. Quisiera orientar nuestra reflexión de hoy hacia aquella sentencia que pronunció Jesús en aquel suceso que se narra en Mt 12, 22-32 y que trata sobre “el pecado contra el Espíritu Santo”. ¿Por qué quiero que lo entendamos desde esta perspectiva? Porque el mensaje de Dios para nosotros hoy es que nuestra confianza tiene que depositarse solamente en Él, que no nos defrauda, que no nos falla y que tiene el poder para cumplir todo aquello que nos ha prometido. Se nos dice que quien coloca su confianza en otro hombre será presa fácil de desgracias. En el mencionado pasaje de Mateo, Jesús expulsa un demonio y sus detractores Fariseos mencionan que ese poder le viene de Belzebú, que es uno de los nombres que se le da al Demonio o Satanás. Jesús advierte que quien peque contra el Espíritu Santo “no será perdonado ni en esta vida, ni en la venidera”. Quiero que entendamos que este pecado no será perdonado, no porque Dios no pueda perdonarlo, no porque Dios no quiera perdonarlo; sino porque, respetando nuestra libertad, respeta nuestra decisión de vivir de espaldas a Él. Pecar contra el Espíritu Santo es cerrar el corazón al amor y la misericordia de Dios que busca salvarnos.
A veces, es frecuente esperar o soñar con que Dios, de manera extraordinaria, se nos aparezca en frente y nos muestre su gloria. Sería muy fácil creer, no haría falta la fe. Sin embargo, muchas veces, por estar esperando lo extraordinario, no somos capaces de ver lo sencillo de este Dios que no tuvo reparo en cambiar su gloria en el cielo por un montón de pajas en un viejo pesebre y por una cruz y unos clavos. Esa fue la desgracia de “Epulón” y es la desgracia de muchos de nosotros hoy. Epulón era visitado por el Señor todos los días en la persona de Lázaro, es decir, del menesteroso, del sufriente, del hambriento; y Epulón, ocupado en sus banquetes (epulos – de allí el nombre) no fue capaz de verlo. Su corazón estaba completamente cerrado para el bien, para el amor. Eran más importantes aquellos invitados ostentosos que el llagoso a su puerta. Es duro mis queridos hermanos, cuando la Escritura, que no coloca nada por casualidad, nos muestra a unos perros sintiendo por Lázaro más de lo que sintió Epulón; oh, hermanos, qué ciegos estamos, hasta llegar a comportarnos peor que las bestias. Quien se cierra al amor, se cierra al hermano; y quien se cierra al amor, al hermano y al bien, está cerrado para Dios. “El que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Dios no nos quiere junto a sí a la fuerza, por eso quien vive de espaldas a Él y con su confianza y seguridad puesta en el dinero, en el poder, en el placer, en el tener; está perdido y se perderá eternamente si no desiste de este fatal error. Otro terrible error de estos tiempos es la presunción, que tienen algunos, de salvarse sin ningún tipo de merecimientos. No quiero que se me mal interprete. Ninguno merece ser salvado, la Redención es un don gratuito de Dios que en su Hijo Jesús pagó la deuda de nuestro pecado. Pero eso no significa que el hombre no deba esforzarse por mostrar con su conducta que acepta vivir en alianza con Dios, evitando todo aquello que sea dañino para su alma y tratando de vivir en la voluntad de Dios. Estás rodeado de muchos Lázaros: ¿qué vas a hacer con ellos? ¿Dejarás que los perros muestren mayor amor que tú?
Ahora sí, vayamos a la primera lectura: Dios no es la verdad de una frase o una teoría verdadera, sino la verdad misma que existe. Nadie puede vivir de una frase, nadie puede fundar su vida en una verdad abstracta, tampoco puede amarla, ni tiene que morir por ella. En cambio uno puede apoyar su vida en un verdadero amigo, puede amarlo y hasta morir por él. Pero sobre todo puede fundarse en el Dios vivo, en el que no nos falla. Porque Dios es como un río para las raíces de un árbol, o como la roca para los fundamentos de una casa. Adherirse a Dios, a la verdad viva, es creer en él, confiar en él, amarlo sobre todas las cosas. Algo muy distinto a un conocimiento teórico.
 
Dice el Señor: Maldito aquel que fía en hombre y hace de la carne su apoyo. Esa palabra me parece muy dura, Señor.
¡Siento tanta necesidad de apoyarme en seres humanos, en seres de carne, como dice tu profeta! Sin embargo ese toque de alerta es muy oportuno. Efectivamente: quien se apoya de tal manera en lo "humano" de modo que se aparta de Dios, ése construye su propia desgracia
Nuestra seguridad verdadera está en ti, Señor.
Durante esta cuaresma, ¡ayúdanos, Señor, a apoyarnos más en ti!
El hombre sin Dios es como un desierto, vacío dice el profeta.
Es difícil imaginar el vacío del hombre sin Dios. Sólo Él lo sabe. Tenemos que aceptar la revelación de Dios mismo, que nos lo dice.
-Bendito sea aquel que pone su esperanza en el Señor, pues no defraudará el Señor su confianza.
 
 
 
 
 

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