“El que no está conmigo, está contra Mí, y
el que no recoge conmigo, desparrama”. Por Iván Muvdi. Día 23 en
travesía por el desierto cuaresmal.
Lectura del libro de Jeremías (7,23-28):
Así dice el Señor: «Ésta fue la orden que di a vuestros padres: "Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo; caminad por el camino que os mando, para que os vaya bien." Pero no escucharon ni prestaron oído, caminaban según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, me daban la espalda y no la frente. Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy les envié a mis siervos, los profetas, un día y otro día; pero no me escucharon ni prestaron oído: endurecieron la cerviz, fueron peores que sus padres. Ya puedes repetirles este discurso, que no te escucharán; ya puedes gritarles, que no te responderán. Les dirás. "Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. La sinceridad se ha perdido, se la han arrancado de la boca."» Palabra de Dios.
Salmo Responsorial:
R/. Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
«No endurezcáis vuestro corazón»
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R/.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,14-23):
En aquel tiempo, Jesús estaba echando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.» Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.
Él, leyendo sus pensamientos, les
dijo: «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa.
Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros
decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los
demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan?
Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con
el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando
un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros.
Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se
fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no
recoge conmigo desparrama.» Palabra del
Señor.
En la primera lectura de hoy, el Profeta Jeremías recuerda de parte de
Dios al pueblo de Israel la Alianza que hicieron con Él en las faldas del Monte
Sinaí: Así dice el Señor: «Ésta fue la orden que di a vuestros padres:
"Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo;
caminad por el camino que os mando, para que os vaya bien."
Desde que abre nuestra historia con Dios en el Génesis, queda claro que
desde el principio, nuestro oído interior, está expuesto a escuchar la Palabra
de Dios, o también, dejarse seducir por aquella voz llena de resentimiento y
odio contra Dios, envidiosa del hombre a quien Dios ama y deseosa de separar a
la creatura del Creador.
La fidelidad a la alianza, nos llevará a abrir nuestro corazón a la gracia
y con esa fuerza que Dios nos da para ser santos, podremos resistirnos a las
seducciones del maligno, porque el Señor, reforzará nuestros muros y los
cerrojos de nuestras puertas.
Continúa el profeta expresando el reclamo de Dios, que pese a haberlo dado
todo, recibe a cambio indiferencia y maldad, “me daban la espalda y no la
frente”, “seguían su corazón obstinado y no mi voz”.
Por último, el Señor recuerda que ha enviado a lo largo de toda la
historia de Israel, a los profetas, para que recordaran constantemente al
pueblo la Alianza que habían establecido con Dios, pero a ellos también los
rechazaron e incluso los asesinaron.
El salmo que se nos presenta es nuevamente el 94, “ojalá escuchemos hoy la
voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”. Fíjense que el asunto se deja a
nuestro arbitrio, “ojalá”. Se nos presenta no como una imposición de parte de
Dios, sino como una nueva oportunidad de conversión, otra más, que muchos
acogerán o rechazarán, hasta que llegue el día en que no habrá otra y
lamentaremos haber rechazado tantas invitaciones a gozar del amor de Dios.
En el evangelio de hoy, Jesús presenta la vida cristiana como un combate.
«¡El que no está conmigo, está contra mi!». A menudo, por desgracia, somos
cristianos «a medias», en una gran mezcolanza de actitudes positivas y
negativas. Esto lo reprochaba ya Jeremías a los fieles de su época. “San Pablo
nos dirá: pelea el buen combate”, pero para ello es necesario acudir a la
oración diaria, que no es una fórmula mecánica, sino hablar con Dios; la
lectura de la Palabra de Dios que nos fortalece e ilumina, los sacramentos por
medio de los cuales nos asiste la gracia de Dios (confesión y comunión), la
práctica constante de las obras de misericordia.
Jesús, aprovecha la crítica de algunos judíos para hablar de un
tema importante. Todo reino dividido contra sí mismo quedará
desolado. Este pensamiento profético puede aplicarse también a la
falta de unidad entre los cristianos. Dios une, el demonio divide. Los que
son de Dios procuran la unidad, los que no sirven a Dios, buscan procurar la
desunión, la discordia, un ambiente propicio para la oscuridad.
Frente a esta lucha espiritual, en la que queramos o no, con nuestra
manera de vivir todos los días tomamos partidos, procuremos pelear el buen
combate, ya que de ello dependerá nuestra felicidad eterna. “No olvidéis que
tenéis un alma que salvar”; y tampoco olviden que tenemos dos brazos, dos
piernas, dos ojos, dos oídos, etc; de modo que si perdemos uno de esos miembros
o sentidos, aún nos queda el otro para remediarnos; PERO ALMA NO TENEMOS SINO
UNA y si la perdemos, no habrá nada que hacer. Quedaos con Dios!
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