sábado, 22 de marzo de 2014


“Estaba muerto y ha revivido”. Por Iván Muvdi. Día 18 en travesía por el desierto cuaresmal.



Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20):


Señor, pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu heredad, a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo. Pastarán en Basán y Galaad, como en tiempos antiguos; como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios. ¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos. Serás fiel a Jacob, piadoso con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos. Palabra de Dios.

 

Salmo Responsorial:

 

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
el rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura.
R/.

No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
R/.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32):

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."» Palabra del Señor.

 

En la primera lectura de hoy, tomada del libro de Miqueas, el profeta a Dios bajo la imagen de “Pastor”. Su pueblo, es su heredad y parte de esa heredad son también aquellas ovejas que pastan “en la maleza”, en medio del monte Carmelo.

Como ustedes saben, el Monte Carmelo fue el sitio donde el profeta Elías desenmascaró a los 400 profetas de Baal, los cuales quedaron avergonzados porque después de haber estado orando a su “dios” todo el día, éste no se manifestó nunca. Por el contrario, bastó una sola súplica de Elías a Dios para que éste consumiera en un breve instante la ofrenda que reposaba sobre el altar completamente cubierta de agua. Todo esto para entender que el monte Carmelo es símbolo de FIDELIDAD. Si el Carmelo es la fidelidad a la Alianza con Dios, “la maleza” en medio de este monte, donde pastan algunas de las ovejas que hacen parte de la heredad del “Buen Pastor”, son aquellas ovejas infieles, que se apartan de la alianza y viven en la idolatría, es decir, el culto de adoración que le es debido sólo a Dios, se le da a personas, situaciones  o a las cosas.

Acto seguido, el profeta, muestra cuál es la actitud o respuesta del Señor frente al pecado. A diferencia de lo que muchos piensan, la respuesta “no es el castigo”, por el contrario, es el perdón pues Dios no quiere la muerte del pecador sino que éste se convierta y viva. El profeta Miqueas lo expresa de la siguiente manera: “pastarán como en tiempos antiguos, cuando los saqué de Egipto”. (Les recuerdo que esta profecía se ubica dentro del tiempo del exilio, cuando por causa de la idolatría, Dios permite que tanto el Reino de Judá, como el Reino de Israel fueran conquistados por Babilonia y Asiria respectivamente). El profeta alegre anuncia una salvación futura que debe entenderse en dos sentidos: el regreso de los hebreos a Israel (fin del exilio – salvación para el tiempo presente o realidad temporal), pero de manera definitiva, con la venida del Mesías (salvación escatológica – realidad eterna).

En el simbolismo hebreo - bíblico,  el mar representa la muerte. Así que, si el profeta dice que Dios arrojará a lo hondo del mar nuestros delitos, entendámoslo como que, en Cristo, el hombre viejo será sepultado en su muerte para que surja el hombre nuevo, resplandeciente en la gloria del resucitado.

Nuevamente aparece en este tiempo el salmo 102, “bendice alma mía al Señor y no olvides sus beneficios”. Qué importante es mantener siempre presente ante nuestros ojos las intervenciones de Dios, no sólo en la historia, sino en nuestra propia historia, para de allí sacar fuerzas frente a nuestras desmotivaciones, nuestra falta de fe y de confianza en Él en medio de pruebas y tentaciones. Que todo nuestro ser bendiga al Señor, y que Él, infinitamente misericordioso y amoroso, perdone nuestros pecados y nos fortalezca contra nuestros enemigos (orgullo, soberbia, prepotencia, idolatría, impureza, afán de dinero, de poder, de placer, de tener, de dominación, etc; sean cuales sean nuestros enemigos, con Él, por Él y en Él, cantaremos victoria).

Toda esta idea que hemos venido reflexionando, se refuerza con la hermosa parábola del Hijo Pródigo o del Padre Misericordioso. Para no extenderme más, sólo recalcaré las siguientes ideas:

1.   El hijo menor cree que será más feliz y exitoso si utiliza sus bienes (no se trata de dinero), como la libertad, por ejemplo, para vivir lejos de la voluntad de Dios. ¿Cuántas veces uno no escucha, por ejemplo, que la pornografía no es mala porque allí se aprende? ¿Por qué es malo tener relaciones sexuales pre-matrimoniales? ¿Por qué es malo prestar dinero a usura? Etc.

2.   La paga del pecado es la miseria humana y su muerte espiritual e incluso, en muchos casos, física.

3.   El perdón nos escandaliza, fue lo que ocurrió con el hijo mayor que se molestó con su Padre por haber sido generoso con aquel que lo despilfarró todo. Nótese como ninguno de los dos hijos tiene nombre. Eso no es casual, Jesús lo hace para que tú y yo nos identifiquemos con los personajes, pues en efecto se trata de ti y de mí. Al final, el hijo mayor terminó siendo el malo de la historia porque su corazón estaba cerrado para el amor y el perdón escondido detrás de una supuesta fidelidad a su trabajo y a su padre.

4.   Por último, quien se acerca a Dios es restituido en su lugar como hijo. Si confesamos nuestras culpas con sinceridad, si nos abrimos al perdón, el mismo Dios, colocará sandalias en nuestros pies, un vestido nuevo (gracia y santidad) y un anillo en el dedo.

Quedaos con Dios!

  

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