“ORAR: UN
ENCUENTRO DE AMOR CON AQUEL QUE SABEMOS QUE NOS AMA”. (por Iván Muvdi).
Hace algún tiempo, en
un grupo de oración de mi ciudad me pidieron que dirigiera una reflexión, una
predicación o mensaje que llevara por tema: “La oración efectiva”. Yo acepté
tal invitación pero el título de la reflexión que me pedían no me convencía
mucho ya que, como leemos en San Pablo a los Romanos 8, 26 - 27: “De igual
manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como
es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no
pueden expresarse con palabras. Y Dios que examina los corazones, sabe qué es
lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la
voluntad de Dios, por los del pueblo santo”.
Humanamente hablando,
podemos pensar que si queremos que nuestra oración sea “efectiva” debemos
esforzarnos por renunciar a las distracción, por ser humildes imitando al
publicano en el templo, por ser agradecidos, por no reducirla a simples
peticiones, por no reducirla a algo mecánico, etc. Sin embargo mi convicción me
lleva a pensar que lo que hace que nuestra oración “sea efectiva” sea “aceptada
por Dios” se debe al infinito amor con el que Dios nos ama personalmente,
porque Él mismo suple con su amor y misericordia nuestras limitaciones, porque
Cristo ora con nosotros y por nosotros y porque el Espíritu viene en nuestro
auxilio y ruega por nosotros conforme a la voluntad de Dios. Nosotros no
sabemos pedir lo que nos conviene sencillamente porque nos cuesta mucho ver las
cosas desde el final. La mayoría de las veces ni siquiera entendemos muchas de
las cosas que nos suceden, por eso, Dios quien vive en un permanente presente y
que conoce el gran bien que sabrá sacar de nuestras condiciones adversas, a
través de su Espíritu viene en auxilio de nuestra debilidad.
Conforme a todo esto
que he venido resaltando, en esta oportunidad más que tratar de reflexionar
sobre lo que pueda hacer que nuestra oración sea efectiva, trataré más bien de
contemplar este hermoso medio de santificación y de comunión con Dios. Santa
Teresa hablaba de que es una conversación de amor, de allí el título que le
coloqué a esta predicación que anuncié hace algún tiempo.
Siempre ha llamado mi
atención un texto que se ubica en el libro del Éxodo 17, 1-16, donde se muestra
a un Moisés en oración mientras el pueblo de Israel se encuentra en combate
contra una nación agresora. Llamó mucho mi atención el hecho de que mientras
Moisés oraba, lo hacía elevando los brazos en dirección al cielo. Mientras sus
brazos permanecían arriba, el pueblo vencía en batalla; pero cuando los bajaba “producto
del cansancio” Israel era dominado por el enemigo. Creo que es un ejemplo muy
claro. La oración es un combate y si bajamos los brazos, si nos dejamos ganar
por el desánimo, por la tristeza, por las adversidades, perderemos la batalla.
Es la constancia, la perseverancia en la oración lo que nos permitirá recostar
nuestra cabeza junto al pecho de Jesús, como lo hizo San Juan en la última
cena, para que su latir y el nuestro sea una única oración que conjuntamente se
eleva como el incienso ante los ojos del Padre. Otro texto que considero apoya
mucho lo que hemos venido reflexionando es el encuentro de Jacob con un ángel
con el cual “lucha toda la noche”; y Jacob le decía: “no te soltaré hasta que
me hayas bendecido” y es esto precisamente lo que debemos hacer nosotros, no
soltarnos de la mano de Dios hasta que hayamos vencido; de lo contrario podría
pasarnos como a Pedro cuando pidió al Señor que le permitiera ir hasta Él
caminando sobre las aguas embravecidas; una vez que quitó su mirada de Jesús y
la fijó en la violencia del viento y de las olas, se hundió. Como somos muy
frágiles, creo que es importante volver sobre el texto de Moisés. Dos personas
ayudaron a Moisés sosteniéndole los brazos para que pudiera mantenerlos en alto
y así poder lograr la victoria. Debemos apoyarnos los unos a los otros para
poder perseverar juntos. Además, podemos pensar que sacramentos como la Eucaristía
y la Confesión nos ayudarán a mantener nuestros brazos en dirección al cielo.
La oración está en crisis…
“Si el Señor no edifica la casa, en vano se cansan los
constructores” (Sal 127, 1).
En un mundo en el que
a las personas se les mide por lo que tienen y no por lo que son, donde todo
gira en función o en términos de productividad, NO HAY TIEMPO PARA DIOS, o en
otros casos, llevados por el afán del esnobismo, supuestos gurús de la oración,
supuestos maestros que poseen el conocimiento y por ende enseñan las técnicas
infalibles para hacer una buena oración se presentan como los “maestros de la
misma” y la enseñan como técnica de relajación, como un encuentro personal con
mi yo interior y no con Dios; o en otros casos como un encuentro con el Cosmos
en el cual se busca canalizar las energías. Esto ciertamente no es la oración
cristiana. Recuerdo ahora que escribo esto que alguna vez vino a mi ciudad alguien
que se anunciaba como quien venía a enseñar a las personas a hablar en lenguas.
Qué curioso, hasta donde sé (y estoy seguro de ello) los dones del Espíritu
Santo no se enseñan, Él mismo los da a quien quiere y cuando quiere y todos
ellos son para la edificación de la Iglesia.
Esta crisis de la
oración podríamos decir que pasa por tres categorías de condicionamientos:
Elementos socio - culturales:
· La
secularización, que es pasar de lo religioso a lo no religioso.
· El
secularismo, que se traduce como un pensamiento y un proceder que no tiene en
cuenta el aspecto religioso.
· El
pluralismo religioso.
· Pérdida
del sentido de la vida. (Muchos viven sin propósitos).
· El
culto a la técnica. (se es esclavo de la tecnología hasta el punto de alejarnos
de los demás y de despersonalizar las relaciones humanas.
· El
consumismo materialista.
· El
hedonismo.
Elementos ambientales – personales:
· Métodos.
· Fórmulas.
· Formas.
· Utilitarismo
en la oración. (Dios es un dispensador de bienes económicos, un Dios bombero al
que sólo busco a la hora de tener problemas, etc; un Dios con el que negocio o
comercio, etc).
· Lo
mágico en la oración.}
· Prácticas
sin compromiso.
Elementos religiosos:
Esto trae como
consecuencia:
· Debilitamiento
de lo ascético.
· Se
dificultan las condiciones para una verdadera oración.
· Imposibilidad
de superar “los ruidos” que nos distraen.
La conversión hacia la oración:
“Si no os afirmáis en mí, no seréis firmes”. (Is 7,9).
· Superación de los condicionamientos: con
esto lo que hacemos es que, de esclavos de una situación, pasamos a ser dueños.
Lo podemos hacer a través de dos caminos, a saber:
a)
Recuperación de los valores auténticos y
b)
Asumir al Cristo que nos presenta el
Evangelio como “Maestro único” de oración.
· Conversión de actos concretos: para
lograr esto debemos:
a)
Superar el complejo de la secularización
y del ateísmo reinante mediante un humilde y confiado reacercamiento al Misterio,
conscientes de que es el Hijo quien revela ese misterio.
b)
Superar la desconfianza: Dios es el
mejor de los Padres: “aunque tu padre y tu madre te abandonen, yo jamás te
abandonaré”.
c)
Superar el sentido mágico de la oración
y la dicotomía entre oración y vida.
d)
Superar “los ruidos” a través del
silencio interior y exterior, la reflexión, la contemplación y la
autodisciplina. “Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes.” (Stg 4,8).
e)
Recuperar el sentido de la gratuidad.
f)
Superar la aridez: “te busco para
encontrarte y te encuentro para buscarte de nuevo”. (San Ag).
g)
Superar la rutinización.
h)
Superar el sentimentalismo que no cambia
la vida y se disipa en la primera adversidad. LOS MÁRTIRES CREÍAN SUFRIENDO.
Los discípulos: Testigos de la Oración de
Cristo.
Jesús como buen judío:
Entra en tu cuarto: esta exhortación del Señor no es otra cosa que la disposición interior de quien ora. Cuando la escritura habla del lugar de la oración, más de mil veces referencia al corazón como el lugar desde donde brota la oración.
Cierra la puerta: referencia
el silencio interior y exterior que sirve de antesala a la voz de Dios. Muchas
veces nos tocará recurrir a la llamada “violencia espiritual”, es decir,
perseverar fuertemente aún en aquellos momentos donde nuestra alma se siente en
sequía e incapaz de elevar ni siquiera una oración. Todos pasaremos muchas
veces por “la noche oscura del alma” como le llamó San Juan de la Cruz. Este mismo
esfuerzo debemos emplearlo en nuestra lucha por superar los “ruidos”, es decir,
la rutina, la dispersión, la autosuficiencia, la pereza, etc.
Ora en secreto: es
decir, que no debemos simular hacer oración para aparentar frente a los demás
una devoción, una vida en el Señor, una existencia vivida desde un corazón
orante. La oración es una expresión de amor, es una necesidad cuando se vive de
Dios. Hay que recalcar que la oración no puede ser solamente personal. No podemos
descuidar la oración familiar y eclesial.
“Yo debo estar en las cosas de mi Padre”. (Lc 2,49).
“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió”. (Jn
4,34).
"Que no se haga mi voluntad, sino la tuya". (Mt 26,39).
"Que no se haga mi voluntad, sino la tuya". (Mt 26,39).
Ocasiones: Jesús siempre
dedicó largo tiempo a la oración. En cada situación relevante hizo largas
jornadas de oración.
Al igual que Él, cada
situación de nuestra existencia debe convertirse en ocasión propicia para la
oración.
1 Pe 4,7: “dedíquense
seriamente a la oración”.
Ef 6,18: “no dejen
ustedes de orar”.
Lugares: el templo, el
desierto, la montaña.
Posturas: de rodillas,
rostro en tierra, se apartó de ellos, repitiendo las mismas palabras.
· Bendecía
a Dios antes y después de cada comida.
· Observaba
el culto sabático.
· Oraba
junto a la comunidad.
Su oración personal:
· Era
diversa a la que se hacía comúnmente.
· Proyectaba
algo inédito.
Jesús hablaba como
quien tiene autoridad y esto causó impacto entre los judíos.
Jesús también impactó
a la comunidad de discípulos:
“Maestro, enséñanos a
orar”…. Es un don que debemos pedir todos los días.
· Lc
11, 1-4: Padre Nuestro…
· Mt
6, 5-13: Las tres prácticas de piedad. (Oración, ayuno y limosna), pero cuando
describe la oración, Jesús nos da las siguientes claves de la oración:
Entra en tu cuarto: esta exhortación del Señor no es otra cosa que la disposición interior de quien ora. Cuando la escritura habla del lugar de la oración, más de mil veces referencia al corazón como el lugar desde donde brota la oración.
· El
corazón es el lugar donde yo estoy, o donde yo habito.
· Es
nuestro centro escondido.
· Sólo
el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo.
· Es
el lugar de la decisión en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas.
· Es
el lugar de la verdad.
· Es
el lugar del encuentro, “la Tienda del Encuentro” donde se habla cara a cara
con Dios y donde su gloria brilla en nuestro rostro.
La Oración Cristiana:
A)
¿Qué
es?
viviente y personal con Dios vivo y verdadero. (Catecismo).
-Es el encuentro de
la sed de Dios y de la sed del hombre. (Samaritana).
-Es nuestra comunión
consciente, personal, con Dios nuestro Padre, en Cristo Jesús, mediante la
acción del Espíritu Santo.
"Así como la
respiración asegura el bienestar y la vida del cuerpo. La oración es la
respiración del alma porque asegura el bienestar y la vida del alma".
B)
¿Qué denuncia
Jesús en la oración?
4 "El Fariseo y el Publicano en el Templo".
Dios no es el punto de referencia de su diálogo, sino que se afirma a sí mismo.
· Ostentación
pública de la oración: para hacerse ver; la
religión como instrumento de poder.
· Oración
mecánica y mágica: no se tiene consciencia de lo que se
dice; se hace por interés y no por amor; se cosifica a Dios como surtidor de mercancías.
· Oración
alienante: se queda en palabras y no lleva a la
acción.
· Oración
comercializada y opresiva: se convierte al
Templo en lugar de lucro y se finge devoción para aprovecharse de los bienes de
la gente indefensa o necesitada.
· Oración
demitizada: se reserva solo para momentos
extraordinarios y se basa en narcisismo espiritual, hipocresía, palabrería, se
mistifica la sensibilidad o la sensiblería.
C)
¿Qué es lo
inédito de la oración de Jesús?e Jesús, lo nuevo, radica en su trato personal a Dios como Padre,
como Amor. El Padre que está en el cielo y el amor con que nos ama.
En el A.T. se llama a
Dios, Padre, 11 veces.
En el N.T. Jesús
llama a Dios, Padre, 170 veces. Nunca lo invocó de otra manera.
ABBA, es
la clave! Es el fundamento de nuestra oración. Podemos esperar de Dios todo lo
que un hijo espera de su padre.
Abba, corresponde al
balbuceo con que los niños pequeños se dirigen a sus padres para expresarles
ternura, obediencia y confianza. (Papito, papaíto).
Ningún judío adulto se hubiera atrevido a utilizarlo en sus
oraciones.
El orar de Jesús es
la conversación amorosa entre el Hijo y su Padre.
Cuando Jesús hace
distinción entre “mi Padre” y “vuestro Padre” se nos revelan dos cosas
fundamentales:
· Dios
como Padre de un Hijo único: Jesús es el unigénito, consubstancial al Padre.
· Los
hombres son hijos en la medida en que participan de la relación única que media
entre Jesús y su Padre.
D) Condiciones que debemos
esforzarnos por cumplir a la hora de orar:
· Debe
brotar del corazón, más que de los labios.
· Debe
ser humilde.
· No
debe servir de vanagloria ante los hombres.
· Debe
fundarse en la confianza en la bondad del Padre.
· Debe
ser insistente hasta la importunidad.
· Debe
hacerse con fe.
· Debe
hacerse en nombre de Jesús. (Debemos orar como lo hace la Iglesia, es decir, al
Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo o bajo su unción).
· Debe
pedir cosas buenas. (Ojalá sea lo último que hagamos. Yo sugiero que primero se
dé gracias por lo que ya tenemos, demos gloria y alabanza a Dios antes que solo
confiarle nuestras necesidades
· Debe
tener en cuenta pedir el advenimiento del Reino de Dios y la preservación en la
prueba escatológica.
· Debe
ser vigilante.
· Recibe
con gusto la compañía del ayuno.
· Alcanza
su perfección en la oración litúrgica de la Iglesia.
· No
es sólo un medio para pedir favores, sino que es una actitud para descubrir el
proyecto de Dios para nosotros.
E) Contenido de la oración
cristiana:
· El
Reino de Dios.
· La
voluntad de Dios.
· La
conversión de los pecadores.
· El
prójimo, especialmente los que sufren las consecuencias de la injusticia, el
mal moral, etc.
F) Fuentes de la oración:
· El Espíritu Santo:
Crea el vínculo que nos une a Dios: “filiación”. (Ro 8, 14-16). Él ora en
nosotros asistiéndonos y viniendo en auxilio de nuestra debilidad. (Ro 8,26). A
través del don de la piedad, nos hace sentir gusto por la oración.
· Orar en y ante
la Eucaristía: “por Cristo, con Él y en Él”; desde el
tabernáculo Cristo es Maestro e interlocutor.
· Escucha y
lectura de la Palabra de Dios: No sólo de pan vive
el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. La Palabra de Dios
es una alimento esencial para nuestra alma, nos pone en sintonía con Dios y
orienta nuestros pensamientos y deseos y por ende nuestra oración. (Atención,
audición, interiorización, asimilación, actualización en mi contexto personal y
eclesial, testimonio.
· Las virtudes
teologales: la fe, la esperanza y la caridad.
· La experiencia
de Dios: consiste en la intimidad profunda, amorosa y misteriosa
con el Dios vivo, sabernos en sus manos. Es la capacidad que nos da el Espíritu
Santo de ver a Dios en el corazón de los hombres, del mundo, y del acontecer
diario; de sentirlo Padre y contemplarlo en los demás, en la naturaleza y en la
historia. Esta experiencia se da en lo cotidiano, en Jesús como el lugar
privilegiado, en el prójimo, en la cruz y gloria de cada día.
Dos ejemplos bíblicos importantes:
Abraham:
· Hombre
de profunda oración en silencio.
· Está
dispuesto a acoger en su tienda al huésped misterioso.
· El
corazón de Abraham se pone en consonancia con la compasión de su Señor hacia
los hombres e intercede por ellos.
· Confianza
absoluta, “Dios proveerá”.
María:
· Guardaba
todo en su corazón.
· He
aquí la esclava del Señor.
· No
tienen vino.
· Hágase
en mí según tu Palabra.
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