“La Conversión: camino al cielo” (Por
Iván Muvdi).
Como seguramente
saben, la palabra conversión aparece en el Nuevo Testamento como Metanoia” (gr.) lo cual indica un cambio
profundo que compromete a toda la persona. San Pablo en la Carta a los Romanos
nos dirá “No vivan ya según los criterios del tiempo presente, cambien su
manera de pensar, para que así también cambie su manera de vivir y lleguen a
conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que es grato, lo que
es perfecto” (Ro 12, 2).
Pero creo que para
poder llegar a este compromiso tan serio es necesario entender dos cosas:
1.
Fuimos creados por Dios y para Dios. Le
pertenecemos y sólo nos realizaremos profundamente junto a Él y no lejos de Él.
“La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a
la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su
nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado
siempre con amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente
aquel amor y se entrega a su Creador”. (GS 19,1).
2.
En el plan inicial de Dios, no había
lugar para el sufrimiento, el dolor, la injusticia, la maldad, la muerte.
Fuimos creados en un estado de “justicia original” y colocados en medio de una
creación armoniosa y no hostil. Todo esto cambia cuando el hombre abusando de
su libertad elige hacer uso de sus capacidades y potencias para transgredir la
voluntad de Dios y con esa acción toda la realidad ofrecida por Dios cambió.
Dios quiere nuestra felicidad, nuestra realización, pero incluso Él respeta la
libertad que nos dio y no nos obliga a acogerlo ni a abrazar su voluntad a la
fuerza. Por eso, no hay un camino diferente a la conversión que ser conscientes
de lo que es el pecado en realidad, lo que le hace a nuestra alma. Basta con
mirar a Cristo, Ecce Homo dijo Pilato a la nación judía, miren al hombre y
según la Escritura, Jesús estaba completamente desgarrado por los golpes y los
azotes y si eso no basta contemplémosle entonces colgado en el madero junto a
criminales, en agonía intensa, desnudo, humillado y luchando contra la asfixia.
Ese es el verdadero rostro del pecado.
En la imagen que
aparece ilustrando este escrito (La Trinidad Misericordiosa, Caritas Müller),
si la observan bien, en el centro aparece el hombre, pero es una figura amorfa.
Eso es lo que nos hace el pecado; sin embargo, la respuesta de Dios ante esa
realidad espantosa es la de salvarnos, no la de expulsarnos del paraíso como
muchos piensan, eso es sencillamente la consecuencia de nuestros actos; la
verdadera respuesta de Dios fue enviarnos a su Hijo, para que, hecho hombre
igual que nosotros se entregara en obediencia, libertad y con profundo amor a
la muerte. Si observan nuevamente la imagen, detallarán que con actitud de
esclavo aparece el Hijo de Dios a los
pies del hombre; Él perderá su apariencia de hombre, se convertirá en un varón
de dolores, para restablecer la imagen deformada por la maldad y revestirnos de
incorruptibilidad. Él muere desnudo para vestirnos de su santidad. Ya en la
escritura con frecuencia se hace alusión a la desnudez como expresión del
pecado (Adán y Eva se escondieron de Dios porque estaban “desnudos”) y del
vestido de fiesta como expresión de la santidad (Cuando el rey entró a ver a
los invitados, se fijó en un hombre que no iba vestido con traje de boda. Le
dijo: “amigo, ¿cómo has entrado aquí, si no traes traje e bodas? Pero el otro
se quedó callado. Entonces el Rey dijo a los que atendían las mesas: átenlo de
pies y manos y échenlo a la oscuridad de afuera” Mt22, 11-14).
¿Qué es el pecado?
Es un acto o un
deseo:
1.
Contrario a la ley eterna.
2.
Contrario a la ley moral natural.
3.
Contrario a la verdad, la razón y la
conciencia recta.
4.
Contrario al amor de Dios y al amor que
debemos dar a nuestros hermanos.
5.
Hiere la naturaleza del hombre.
6.
Atenta contra la solidaridad humana.
7.
Es un abuso de nuestra libertad.
8.
Es una rebelión contra Dios al pretender
hacernos como dioses determinando por nuestra cuenta qué es bueno y qué es
malo.
9.
Destruye la caridad en el corazón del
hombre.
10.
Destruye
la relación de amistad con Dios.
11.
Nos priva de la gracia santificante.
12.
Engendra vicios por la repetición de
actos.
13.
Corrompe la valoración concreta del bien
y del mal.
14.
Si no nos arrepentimos de ellos, nos
excluyen de la comunión con Dios y por ende nos conduce a la condenación
eterna.
¿Qué es la conversión?
Es un proceso de
cambio, de transformación profunda que vive el hombre que vive de Cristo, que
está abierto a la gracia y asistido por ella, con el objeto de que se obre en
él la gracia de la justificación y santificación acogiendo el llamado universal
a la santidad hecho por Dios. “Con Cristo he sido crucificado y ya no soy yo,
es Cristo quien vive en mí”. (Gal 2,20).
Nos sirve para ser
santos. Para vivir según el espíritu, para despojarnos del hombre viejo y
revestirnos del hombre nuevo. Para poder gozar de Dios en el cielo.
1.
Tener
conciencia de que sólo en Dios hallaremos la fuerza y por ello es menester:
·
Oración
constante.
·
Recepción
frecuente de la Eucaristía.
·
Adoración
eucarística.
·
Lectura
asidua de la Palabra de Dios, orar con ella y esforzarnos por llevarla a la
práctica.
·
Confesión
frecuente. (Yo recomiendo una vez al mes).
·
Hacer
penitencia con frecuencia. El ayuno nos ayuda a fortalecer la voluntad.
2.
Dios
debe ser nuestro amor primero.
3.
No
perder de vista lo que hace el pecado para de allí sacar la convicción para
combatirlo y evitarlo. Hay que analizarnos y descubrir cuáles son nuestros
pecados dominantes y cuáles son las situaciones, personas o cosas que sirven de
raíz a los mismos.
El pecado:
·
Hacen
al alma enferma, miserable, tardía e inestable para todo lo bueno y la inclina
hacia todo lo malo.
·
Hace al
alma débil para resistir a las tentaciones y pesada para andar por el camino de
los mandamientos.
·
Priva
al alma de la verdadera libertad y del Señorío del Espíritu; la hace cautiva
del demonio, del mundo y de la carne y de sus propios apetitos y así llega a
vivir en un cautiverio peor que el de Israel en Egipto o en Babilonia.
·
Incapacita
al alma para oír las voces e inspiraciones de Dios, para ver los males que nos
trae el pecado y para percibir el olor suavísimo de las virtudes y ejemplos de
los santos.
·
Incapacita
al alma para gustar cuán bello es el señor, para sentir los azotes o los beneficios
con los que Dios nos provoca a su amor.
·
Quitan
la paz y la alegría de la conciencia.
·
Apagan
el fervor del espíritu.
·
Dejan
al hombre sucio, feo y abominable en el acatamiento de Dios.
4.
Ser
agradecidos con Dios.
5.
Perseverar.
(Hay que pedir insistentemente el don de la perseverancia final).
6.
Ser
humildes y confiar en que no estamos solos.
7.
Evitar
las ocasiones de pecar.
8.
Hacer
diariamente un examen de conciencia (con ello identificamos nuestros pecados,
hacemos seguimiento a nuestro progreso espiritual, vigilamos nuestro interior).
9.
Pensar
con frecuencia en las postrimerías (la muerte, el juicio final, el cielo, el purgatorio,
el infierno).
10.
Pensar
que siempre estamos en la presencia de Dios.
¿Cuáles son los obstáculos para la
conversión?
1.
La dilación. Lc 12, 16-21.
2.
La presunción. Ro 2, 4-8 / Hb 10, 26-27.
3.
La pereza espiritual. Ro 13, 11-14.
4.
La desesperación y el desánimo. Hb 12,
3-6-
5.
La desconfianza en el amor y perdón de
Dios. (Yo no tengo perdón, yo ya me muero así, no me corrijo, etc.).
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