Es lamentable constatar cómo hoy en día de manera arbitraria y mal intencionada se escucha con tanta facilidad a diversas personas que tras ostentar el título de teólogos, niegan las verdades de fe, en especial esta, que es la principal.
Si bien es cierto que
por el bautismo todos somos constituidos como “otros Cristos” ya que llevamos
en nosotros la muerte de Cristo para que también se manifieste en nosotros su
resurrección (Por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser
resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el
glorioso poder del Padre. Ro 6,4-5) y sí, es cierto, que al nacer por medio del agua y del Espíritu
somos nuevas creaturas al revestirnos de Cristo y en la medida que tomemos
conciencia de ello debe trascender a todo lo que decimos, pensamos y hacemos.
(El pago que da el pecado es la muerte, pero el don de Dios es vida eterna en
unión con Cristo Jesús, nuestro Señor. Ro 6, 23); no es menos cierto que la
Resurrección de Jesús es un hecho histórico más allá de lo que pueda
representar en sentido espiritual como enseñanza para nuestra vida de fe.
Pienso que no hace
falta ser teólogo para que por medio del sentido común podamos entender lo
siguiente: “El alma es inmortal y por
ende no muere.” La Teología Cristiana siempre ha entendido el infierno como
aquel estado de infelicidad eterna por estar Dios ausente y a esto le ha llamado
la “muerte eterna”; sin embargo, es un estado “eterno” debido a la inmortalidad del alma. Por ende, si el alma no
muere ¿por qué pensar que es ella la que resucita? Evidentemente, es el cuerpo “la
carne”, lo que resucita. La muerte en un sentido religioso se entiende como la
separación del alma inmortal y del cuerpo mortal. El alma, según sea el caso
(juicio particular o universal), en nuestra doctrina cristiana católica, va al
encuentro de Dios a ser juzgada y de ello derivará el pago que recibirá de acuerdo a sus obras. (Ro 2, 6-8). Es por
ello que el entonces Cardenal Joseph Ratzinger en el libro titulado “Algunas
cuestiones de Escatología” afirma que a la hora de recitar el Credo de los
Apóstoles, el compendio de nuestra fe, era más conveniente decir “Creo en la
Resurrección de la Carne”, antes que decir “creo en la resurrección de los
muertos” precisamente para colocar mayor énfasis en la afirmación que he venido
recalcando.
El Catecismo de la
Iglesia Católica expone fielmente la fe que se ha proclamado desde el tiempo de
aquellos que fueron testigos de los hechos que posteriormente se plasmaron en
la sagrada Escritura. El numeral 639 afirma que: “el misterio de la
resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones
históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo testamento”.
San Pablo lo
afirma claramente: "Si Cristo no fue resucitado, nuestra
predicación ya no contiene nada ni queda nada de lo que creen ustedes…. Y…
ustedes no pueden esperar nada de su fe…. Pero no, Cristo resucitó de entre los
muertos…" (1Co 15, 14; 17; 20). La Resurrección de Jesús es una VERDAD,
a la que de ninguna manera debemos renunciar si nos llamamos cristianos.
Dice San Pablo que vana es nuestra fe si Jesús no resucitó.
Precisamente lo que anima nuestra esperanza es el hecho de que Dios nos
devolverá MEJORADO lo que Adán y Eva perdieron. ¿la resurrección de Lázaro fue
espiritual? (Jn 11, 38-44) ¿La resurrección del hijo de la viuda de Naím fue
espiritual? (Lc 7, 11-17). La
resurrección de Eutico, por parte de San Pablo, ¿fue espiritual? (Hch 20,
7-12). Si bien es cierto que en estos casos no tratamos sobre la resurrección
que Dios nos ofrece en Cristo, sí queda claro que es precisamente “la carne”,
la parte corpórea la que retorna a la vida, no en un sentido espiritual, sino
en un sentido físico.
1.
La
fe en la Resurrección no es producto de la “credulidad” de los apóstoles,
queda claro que fueron ellos los primeros que dudaron y que entendieron la
crucifixión y posterior muerte como un fracaso de Jesús.
2.
En este mismo sentido cabe resaltar que
así como los evangelistas se esfuerzan por dejar claro el hecho histórico de la
muerte de Jesucristo al dar detalles, como por ejemplo, el haber sido
traspasado por una lanza; de igual manera son muy claros al exponernos que en
las diversas apariciones narradas por ellos, Jesús habla con sus discípulos,
come con ellos, lo pueden tocar, palpar, sentir, etc. Y el propio Jesús les
dice: “un espíritu no tiene carne como vosotros veis que yo tengo”. (Lc 24,
39).
3.
Si recordamos a los primeros hombres en
estado de justicia original, nos damos cuenta que el sufrimiento, la
enfermedad, la maldad, la injusticia, el mal en general y por último –la muerte-
que es la consecuencia más grave; entraron al mundo por el pecado original. El
plan de salvación ideado y ejecutado por Dios no es otra cosa que el
devolvernos lo que Adán y Eva nos quitaron con su desobediencia. Por eso Jesús,
dignifica el sufrimiento por medio de su pasión y muerte y lo convierte en
medio de purificación y salvación, pero además de ello, pasó todo ministerio
público aliviando los sufrimientos de quienes le rodeaban dejando en claro que
el propósito de Dios para nosotros nunca fue que sufriéramos; enseñando toda
justicia, ofreciendo el amor y el perdón en vez de el odio y el rencor; pero
faltaba vencer la consecuencia más grave: LA MUERTE, la cual es un hecho
físico, real e histórico; es por ello que la resurrección de Jesús también,
para ser realmente vencida, es un hecho físico, real e histórico; como lo
mencionábamos, “Si Cristo no resucitó
vana es nuestra fe; seremos los más desdichados de todos”. La prueba definitiva
de que Jesús es Dios es precisamente su resurrección. Ahora bien, podrían
decirme, pero si aún morimos!; y es cierto, la muerte es una realidad, pero por
Cristo ya no es el final de todo, sino el principio de algo nuevo, mejor y
definitivo. La misma Escritura no cesaba de decirnos que Jesús fue el primero
en resucitar. (Hch 26,23 – Ap 1,5). Ustedes podrían decir, pero no resucitó
primero Lázaro, o el hijo de la viuda de Naím, etc. Ellos volvieron a la vida
mortal, pero luego al cumplir el ciclo normal de la naturaleza humana, murieron
de nuevo. Simplemente Jesús muestra su poder sobre la muerte, es decir, Dios tiene
el poder para cumplir lo que nos ha prometido; fue un anticipo de lo que todos
recibiríamos después. Ahora, seguimos muriendo; pero tenemos la certeza de que
Dios tiene el poder para devolver el don de la vida a nuestros cuerpos mortales
el día último como lo prometió.
"YO SOY TU DIOS, QUE POR TI Y POR TODOS LOS QUE HAN DE NACER DE TI ME HE HECHO TU HIJO. A TI TE MANDO: DESPIERTA, TÚ QUE DUERMES, PUES NO CREÉ PARA QUE PERMANEZCAS CAUTIVO EN EL ABISMO; LEVÁNTATE DE ENTRE LOS MUERTOS, PUES YO SOY LA VIDA DE LOS MUERTOS" .
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