sábado, 5 de abril de 2014


“Jesús camina con convicción y obediencia hacia el Gólgota”. Día 32 en travesía por el desierto cuaresmal.


Lectura del libro de Jeremías (11,18-20):


El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó lo que hacían. Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más.» Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón; veré mi venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. Palabra de Dios.

 

Salmo Responsorial:

 

R/. Señor, Dios, mío, a ti me acojo.

Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame,
que no me atrapen como leones
y me desgarren sin remedio.
R/.

Júzgame, Señor, según mi justicia,
según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables,
y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas,
tú, el Dios justo.
R/.

Mi escudo es Dios,
que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo,
Dios amenaza cada día.
R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (7,40-53):


En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Éste es de verdad el profeta.»
Otros decían: «Éste es el Mesías.»

Pero otros decían: « ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?»

Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: « ¿Por qué no lo habéis traído?»
Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre.»

Los fariseos les replicaron: « ¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos.»

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: « ¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?»

Ellos le replicaron: « ¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.»

Y se volvieron cada uno a su casa. Palabra del Señor.

Jeremías utiliza la imagen del cordero manso llevado al matadero. Por el hecho de cumplir su misión y llamar al pueblo a la conversión, el profeta se ve rechazado y traicionado por sus propios hermanos. Es imagen de Jesús que, como un cordero, morirá para quitar el pecado del mundo.

La misma suerte de Jesús la vive Jeremías 6 siglos antes. También él fue perseguido por haber sido fiel a la Palabra de Dios.

La imagen del "cordero" nos sugiere la inocencia de esa pequeña víctima que no merece ser sacrificada. Esta imagen nos sugiere la liturgia del cordero pascual, cuyo sacrificio es útil al pueblo entero.

Todo hombre que sufre es una imagen de Cristo sufriente.

Todo sufrimiento, sobre todo si es llevado conscientemente y ofrecido, colabora en la redención y contribuye al salvar el mundo en unión con Jesús.

-"Pero tú, Señor... y el corazón". Hay por lo menos un lugar en el que ningún hombre es olvidado, en el que ninguna víctima desaparece; es el corazón de Dios.

El profeta experimenta profundamente la persecución que, a causa de su predicación radical, están tramando contra él incluso sus familiares y sus amigos. Consciente de su propia debilidad, pide ayuda a Yahvé. Esta persecución, y tal vez la experiencia de otros casos de justos que sufren y de impíos que viven felices, le mueve a preguntar a Yahvé por qué los malos viven llenos de bendiciones. La respuesta de Yahvé desconcierta al profeta: verá cosas todavía peores y, a pesar de ello, tendrá que resistir firmemente y cumplir su deber entre inseguridades. El mismo Yahvé se debate entre su deseo de salvar y demostrar positivamente su amor, y su sentido de la justicia, que le obliga a castigar y corregir a su pueblo. Si el mismo Yahvé sufre por su relación con los hombres, ¿cómo puede pretender Jeremías vivir tranquilo y sin dificultades? El profeta lucha sinceramente entre su modo de ser y la misión que él encuentra plenamente desconcertante y contraria a su mentalidad. Llega a pensar que su mensaje es contraproducente, ya que provoca reacciones violentas contra el mensajero de la palabra de Dios. Pero recibe una respuesta: de hecho, todavía debe prepararse a vivir en mayor desconcierto; el mismo Yahvé tiene que hacerse violencia a la hora de poner en práctica su plan de salvación.

Está claro que leer esta confesión en momentos en que nos preparamos a revivir la Pascua del Señor obedece a la idea de que en esta Pascua se juega algo muy fundamental: el sincero sufrimiento de Dios a causa de sus hijos, y del Hijo a causa de sus hermanos. La salvación siempre pasará por el desconcierto, por la cruz, por la oscuridad de la fe. Pero el cristiano que se dispone a rememorar y revivir la Pascua ve, a través de la incertidumbre, la claridad y la luz de la nueva vida que el Señor instaura venciendo a la muerte.

En estos días para nosotros cristianos la figura más impresionante es la de Jesús, que camina con decisión, aunque con sufrimiento, hacia el sacrificio de la cruz.

De nuevo es signo de contradicción: unos lo aceptan, otros lo rechazan. Los guardias quedan maravillados de cómo habla. Los dirigentes del pueblo discuten entre ellos, pero no le quieren reconocer, por motivos débiles, contados aquí no sin cierta ironía por Juan: al lado de los grandes signos que hace Jesús, ¿tan importante es de qué pueblo tiene que provenir el Mesías?

Jesús es presentado hoy como el nuevo Jeremías. También él es perseguido, condenado a muerte por los que se escandalizan de su mensaje. Será también «como cordero manso llevado al matadero». Confía en Dios: si Jeremías pide «Señor, a ti me acojo», Jesús en la cruz grita: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Pero Jesús muestra una entereza y un estilo diferente. Jeremías pedía a Dios que le vengara de sus enemigos. Jesús muere pidiendo a Dios que perdone a sus verdugos.

Nuestra actitud hacia Cristo se va haciendo cada vez más contemplativa.

Vamos admirando su decisión radical, su fidelidad a la misión encomendada, su solidaridad con todos nosotros, en su camino hacia la cruz. Esta admiración irá creciendo a medida que nos aproximemos al Triduo Pascual.

Seguramente notamos también en el mundo de hoy esos «argumentos» tan superficiales por los que los «sabios» rechazan a Jesús o le ignoran, o intentan desprestigiar a sus portavoces, o a la Iglesia en general. Las personas sencillas -los guardias, y ésos a quienes los jefes llaman «chusma»- sí saben ver la verdad donde está, y creen.

Nosotros hemos tomado partido por Jesús. La Pascua que preparamos y que celebraremos nos ayudará a que esta fe no sea meramente rutinaria, sino más consciente. Y deberíamos hacer el propósito de ayudar a otros a que esta Pascua sea una luz encendida para todos, jóvenes o mayores, y logren descubrir la persona de Jesús. ¡Quedaos con Dios!
 


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