viernes, 4 de abril de 2014


“Dios mismo es el galardón de una vida intachable”. Por Iván Muvdi. Día 31 en travesía por el desierto cuaresmal.


Lectura del libro de la Sabiduría (2,1a.12-22):


Se dijeron los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás, y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él.»

Así discurren, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable. Palabra de Dios.

 

Salmo Responsorial:

 

R/. El Señor está cerca de los atribulados.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo librará el Señor.
R/.

Él cuida de todos sus huesos,
ni uno solo se quebrará.
EI Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (7,1-2.10.25-30):

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.

Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene.»

Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado.»

Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor.
 
La primera lectura de hoy, tomada del libro de la Sabiduría, nos presenta el pensamiento de quien vive entregado al mal frente a aquel cuyo corazón pertenece a Dios y que por esa razón se convierte en objeto de afrenta y tortura.
Aunque el texto de hoy no lo menciona, creo que es importante, para contextualizarlo, saber que antes de este manifiesto odio contra el que practica el bien por parte de aquellos que no lo hacen se esconde un pesimismo y una falta de sentido al no existir Dios para estas personas, a saber:
"Nacimos  casualmente y luego pasaremos como quien no existió...; cuando la  chispa del corazón se apague, el cuerpo se volverá ceniza y el espíritu  se desvanecerá como aire tenue" "...la vida es corta y triste, y  el trance final del hombre, irremediable; y no consta de nadie que haya  regresado del abismo".
Si nuestra vida es sólo una "llamarada" que se extingue sin dejar  rastro ni nombre, si nadie vuelve de la ultratumba, ¿cómo  debemos vivir nuestra existencia? Según los insensatos, la respuesta  es clara, epicúrea: "¡Venga..., a gozar de las cosas con ansia juvenil"  (2. 6), "que no quede pradera sin probar nuestra orgía..." (2. 9). No  tenemos por qué respetar a nada ni a nadie: "atropellemos al justo...,  no nos apiademos de la viuda ni respetemos las canas venerables del  anciano; que sea nuestra fuerza la norma del derecho, pues lo débil...  no sirve para nada" (2. 10 ss.). Y como el bueno nos molesta  acusándonos, ¡acabemos con él! (2. 12 ss.). 
Tiene tanta vigencia, mis queridos hermanos este tipo de pensamiento, que es fácil constatar que muchos viven su vida como si no tuvieran una alma que salvar, viven su existencia mortal de espaldas y sin esperanzas de la eternidad.
Cuando Dios no está presente, nada tiene sentido, todo es vacío y efímero, pues sólo Dios es capaz de darle fundamento y respuesta a todo.
Por qué creen que hay tantos, especialmente jóvenes, que están creciendo en una civilización que se caracteriza por negar a Dios, por darle la espalda, por pisotear, en aras de una falsa libertad, sus mandamientos llegando a llamarle bueno a lo malo y malo a lo bueno; que buscan como salida desesperada a la trascendencia que llevan arraigada en lo más profundo de su ser y que no comprenden, el alcohol, la drogadicción, el suicidio, la promiscuidad sexual, la falta de identidad, los cortes en el cuerpo, la obsesión por la pornografía, el hedonismo, el consumismo compulsivo, etc. La falta de Dios lleva a todo esto, pero sobre todo, lleva a un odio incomprensible y demoníaco contra aquellos que sirven a Dios, que construyen o edifican sobre el bien, sobre las buenas costumbres morales, que defienden la vida y que proponen a Dios como único camino, verdad y vida. ¿Cuántos mártires no nos atestiguan esto con su propia sangre?
Creo que esta lectura nos ofrece una radiografía perfecta de lo que afecta al mundo de hoy; es sencillo, Dios no está en el corazón de muchos y todos esos “zombies espirituales” se dejan llevar por aquel que no cesa en su trabajo de separar a la creatura de su Creador.
Quien sufrirá también las consecuencias de esta maldad, de esta falta de Dios, es Jesús, el mártir por excelencia llevado a un madero y muerto de manea ignominiosa por amar y acoger a aquellos que eran marginados y despreciados socialmente, por proponer el bien con su palabra y con su ejemplo frente al mal denunciándolo abiertamente; por vivir en el amor filial con Dios a quien siente y propone como su Padre.
El pensamiento del malvado lo lleva a actuar en contra del justo, pensando, si es cierto que Dios existe, deberá librarlo. Cristo es prueba de ello, pues como dice la Escritura, el Señor no dejará que su Santo conozca la corrupción y por ello se levanta victorioso y glorioso, resucitando al tercer día de entre los muertos.
El salmista recalca que el justo ciertamente es protegido y defendido por Dios. Al final la verdad, el bien, la vida, triunfará sobre la mentira, la maldad y la muerte. Las tinieblas de este mundo no podrán jamás apagar la luz de Dios que resplandece eternamente.
Con el Evangelio, vemos claramente, cómo la liturgia de la Palabra nos va adentrando al misterio pascual. Los enfrentamientos entre Jesús y las autoridades religiosas son más frecuentes y ya se dice claramente que buscaban a toda costa matar a Jesús, ponerle fin a su existencia que les resultaba incómoda, cuestionante y como alguna vez expresaba  el Mahatma Ghandi, “la violencia es el miedo a los ideales de los demás”; la violencia es la respuesta lamentable ante la falta de argumentos.
La verdad de Jesús se imponía por su propia fuerza y no por imposición violenta; quienes alguna vez intentaron sostener un debate abierto con Él, siempre salieron vencidos, y terminaban enmudecidos. Sólo había una forma de callar a Jesús y no descansarían hasta lograrlo.
En Jesús se refleja claramente lo expuesto en la primera lectura: “si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz y te creeremos” “Está llamando a Elí, que éste venga y le salve”.
Mis queridos hermanos, que no nos ocurra a nosotros lo mismo que a los fariseos, saduceos y demás autoridades religiosas. Creían conocer a Jesús y terminaron matándolo. Esta es una de las más grandes tragedias de la humanidad; le vieron crecer, hacerse hombre, trabajar como carpintero y por ello creían conocerle, sólo por apariencias. Toda su ciencia religiosa no les alcanzó para conocerle de verdad. La humildad, la sencillez, la pobreza, los despistó y los encegueció. Tristemente, para ellos, y también podría ser para muchos de nosotros, serán ciegos, prostitutas, cobradores de impuestos, forasteros, un ladrón clavado en la cruz, un soldado extranjero los que le reconocerán como Dios.
Oh, Señor, cómo todavía hoy tu simpleza, tu humildad, tu sencillez, tu pobreza, nos desconcierta; cuántos hoy todavía te niegan, cuántos hoy no te reconocen en la simpleza de un pan y de un vino consagrado.
Danos el donde ciencia, de sabiduría, de entendimiento, de discernimiento para descubrirte en nosotros y en todo lo que nos rodea.
Concédenos la gracia de perseverar en el bien y en el amor, pese a los ataques de este mundo cruel que se ensaña contra aquellos que quieren servirte, porque al igual que antes, hoy quienes te sirven resultan incómodos para aquellos que viven en oscuridad. Que no nos dé miedo de ser tus testigos, incluso en el martirio, si a eso somos llamados. Gracias, Señor, por dar sentido a nuestra existencia, porque sabemos que Tú caminas junto a nosotros y porque en Ti tenemos la certeza de que el infierno, no prevalecerá. ¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!. Quedaos con Dios.
 

 
 
 


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