miércoles, 9 de abril de 2014


“Dios es la verdad que nos hace libres”. Por Iván Muvdi. Día 36 en travesía por el desierto cuaresmal.



Lectura de la profecía de Daniel (3,14-20.91-92.95):


En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no respetáis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la citara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados al punto al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?»
Sidrac, Misac y Abdénago contestaron: «Majestad, a eso no tenemos por qué responder. El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido.»

Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido.

El rey los oyó cantar himnos; extrañado, se levantó y, al verlos vivos, preguntó, estupefacto, a sus consejeros: «¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?»
Le respondieron: «Así es, majestad.»

Preguntó: «¿Entonces, cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el horno sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino.»

Nabucodonosor entonces dijo: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron arrostrar el fuego antes que venerar y adorar otros dioses que el suyo.» Palabra de Dios.

 

Salmo Responsorial:

 

R/. A ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso.
R/.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
R/.

Bendito eres sobre el trono de tu reino.
R/.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos.
R/.

Bendito eres en la bóveda del cielo.
R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,31-42):


En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.»
Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres".»
Jesús les contestó: «Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.»

Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán.»
Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.»
Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.»

Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió.» Palabra del Señor.

 
En la primera lectura, el Profeta Daniel nos muestra cómo hay una presión por parte de quienes ejercen poder o autoridad para llevarnos a la idolatría o adoración de personas, costumbres, cosas que obviamente no son Dios pero que en la práctica son objeto de culto idolátrico. En este caso se trató de una imagen, sin embargo, en nuestro contexto, ésta puede significar el culto idolátrico a las ansias de tener bienes materiales, sin esfuerzo, sin pensar en los necesitados, obtenidos a través de medios ilegítimos e inmorales; el ansia de dominar a los otros para oprimirlos, la búsqueda de un placer hedonista, egoísta, materialista y reducido al instinto, la búsqueda de la evasión de la realidad y de la responsabilidad a través del alcohol, las drogas, etc; la fama, la moda, para satisfacer nuestro narcisismo, etc.

A pesar de la presión, del rechazo y del peligro mortal; lo que resalta esta primera lectura de hoy es el valor y la fidelidad de estos tres jóvenes que prefieren la muerte antes que ofender a Dios; me recuerda esto al lema de Santo Domingo Sabio: “morir antes que pecar”.

Considero importante que los jóvenes tienen la certeza de que Dios intervendrá en su favor, pero, sin embargo, están abiertos y dispuestos a aceptar que no lo haga. Este nivel de fe y de aceptación de la voluntad de Dios es supremamente loable pues ya nos da una muestra clara de lo que va a hacer Jesús, que por amor y obediencia, es capaz de aceptar la muerte en una cruz.

Finalizando la lectura, podemos evidenciar que la fidelidad que prodigamos a Dios será recompensada y que ese testimonio auténtico de vida sirve como medio para que otros lleguen a la fe, como ocurrió con Nabucodonosor y seguramente con todos aquellos que fueron testigos del infinito poder de Dios que vino en rescate de sus fieles siervos.

Si siempre la primera lectura se relaciona con el Evangelio, ¿de qué manera podríamos relacionarlos?

Los grupos religiosos más influyentes en tiempos de Jesús eran los fariseos (mayor influencia) y los saduceos, aunque había otros también respetados por el pueblo pero con menor grado de capacidad para influir.

Estos grupos religiosos se habían adueñado del “conocimiento de Dios”, “de su Palabra”, “de las tradiciones”, al punto de ser ellos quienes enseñaban qué debía hacerse para lograr la salvación y eran ellos quienes aprobaban  o desaprobaban a los demás; quienes tenían la autoridad para acoger o para rechazar y aislar a las personas de los servicios y el culto en las sinagogas y en el templo.

Habían desvirtuado y desfigurado tanto el rostro de Dios que terminaron presentando al pueblo una imagen falsa de Él y eso es idolatría.

Jesús vino a restablecer el verdadero culto, como plenitud de la revelación, vino a mostrarnos realmente quién es el Padre y cómo debe adorársele, pero quienes habían establecido un culto desvirtuado e idolátrico rechazaron a Jesús y llevaron al pueblo a que hiciera lo mismo.

Además de todo lo que se ha descrito hasta aquí, Jesús expone el “verdadero rostro del pecado” y lo presentará como un ídolo del hombre que le esclaviza, que le somete.

La mentira, que es el pecado, es negación de Dios; cada vez que hacemos mal uso de nuestra libertad y usamos nuestros dones para ir en contra de quien nos los dio, es negación de su amor, de su misericordia, de su bondad, de lo que nos ofrece; porque es elegir como mejor, como más favorable y como fuente de felicidad todo aquello que se opone a Dios.

Sólo en Jesús seremos realmente libres, sólo por medio de Él, camino, verdad y vida, ofreceremos al Padre Dios el verdadero culto que le es debido, en espíritu y en verdad.

 Que el Señor nos conceda en estos pocos días que restan de cuaresma y sobre todo en las celebraciones pascuales, la gracia de dejar a tras nuestros ídolos para ir tras de sí y amarle y adorarle con toda nuestra alma, con toda nuestra mente, con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro corazón. Sólo Él es la primera prioridad y sólo en Él recibiremos en herencia todo aquello que ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón ha sabido o sentido jamás, lo que Dios ha preparado para cada uno de nosotros.

¡Quedaos con Dios!

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