“Dios es la verdad que nos hace libres”. Por Iván Muvdi. Día 36 en travesía por el
desierto cuaresmal.
Lectura de la profecía de Daniel (3,14-20.91-92.95):
En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no respetáis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la citara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados al punto al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?»
Sidrac, Misac y Abdénago contestaron: «Majestad, a eso no tenemos por qué responder. El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido.»
Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y
con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más
fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a
Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido.
El rey los oyó cantar himnos; extrañado, se levantó y, al
verlos vivos, preguntó, estupefacto, a sus consejeros: «¿No eran tres los
hombres que atamos y echamos al horno?»
Le respondieron: «Así es, majestad.»
Le respondieron: «Así es, majestad.»
Preguntó: «¿Entonces, cómo es que veo cuatro hombres, sin
atar, paseando por el horno sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino.»
Nabucodonosor entonces dijo: «Bendito sea el Dios de
Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que,
confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron arrostrar el
fuego antes que venerar y adorar otros dioses que el suyo.» Palabra de Dios.
Salmo Responsorial:
R/. A ti
gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. R/.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R/.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. R/.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R/.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,31-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.»
Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres".»
Jesús les contestó: «Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.»
Ellos replicaron: «Nuestro padre
es Abrahán.»
Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.»
Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.»
Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.»
Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.»
Jesús les contestó: «Si Dios
fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no
he venido por mi cuenta, sino que él me envió.» Palabra del Señor.
En la primera lectura,
el Profeta Daniel nos muestra cómo hay una presión por parte de quienes ejercen
poder o autoridad para llevarnos a la idolatría o adoración de personas,
costumbres, cosas que obviamente no son Dios pero que en la práctica son objeto
de culto idolátrico. En este caso se trató de una imagen, sin embargo, en
nuestro contexto, ésta puede significar el culto idolátrico a las ansias de
tener bienes materiales, sin esfuerzo, sin pensar en los necesitados, obtenidos
a través de medios ilegítimos e inmorales; el ansia de dominar a los otros para
oprimirlos, la búsqueda de un placer hedonista, egoísta, materialista y reducido
al instinto, la búsqueda de la evasión de la realidad y de la responsabilidad a
través del alcohol, las drogas, etc; la fama, la moda, para satisfacer nuestro
narcisismo, etc.
A pesar de la presión,
del rechazo y del peligro mortal; lo que resalta esta primera lectura de hoy es
el valor y la fidelidad de estos tres jóvenes que prefieren la muerte antes que
ofender a Dios; me recuerda esto al lema de Santo Domingo Sabio: “morir antes
que pecar”.
Considero importante
que los jóvenes tienen la certeza de que Dios intervendrá en su favor, pero,
sin embargo, están abiertos y dispuestos a aceptar que no lo haga. Este nivel
de fe y de aceptación de la voluntad de Dios es supremamente loable pues ya nos
da una muestra clara de lo que va a hacer Jesús, que por amor y obediencia, es
capaz de aceptar la muerte en una cruz.
Finalizando la lectura,
podemos evidenciar que la fidelidad que prodigamos a Dios será recompensada y
que ese testimonio auténtico de vida sirve como medio para que otros lleguen a
la fe, como ocurrió con Nabucodonosor y seguramente con todos aquellos que
fueron testigos del infinito poder de Dios que vino en rescate de sus fieles
siervos.
Si siempre la primera
lectura se relaciona con el Evangelio, ¿de qué manera podríamos relacionarlos?
Los grupos religiosos
más influyentes en tiempos de Jesús eran los fariseos (mayor influencia) y los
saduceos, aunque había otros también respetados por el pueblo pero con menor
grado de capacidad para influir.
Estos grupos religiosos
se habían adueñado del “conocimiento de Dios”, “de su Palabra”, “de las
tradiciones”, al punto de ser ellos quienes enseñaban qué debía hacerse para
lograr la salvación y eran ellos quienes aprobaban o desaprobaban a los demás; quienes tenían la
autoridad para acoger o para rechazar y aislar a las personas de los servicios
y el culto en las sinagogas y en el templo.
Habían desvirtuado y
desfigurado tanto el rostro de Dios que terminaron presentando al pueblo una
imagen falsa de Él y eso es idolatría.
Jesús vino a
restablecer el verdadero culto, como plenitud de la revelación, vino a
mostrarnos realmente quién es el Padre y cómo debe adorársele, pero quienes
habían establecido un culto desvirtuado e idolátrico rechazaron a Jesús y
llevaron al pueblo a que hiciera lo mismo.
Además de todo lo que
se ha descrito hasta aquí, Jesús expone el “verdadero rostro del pecado” y lo
presentará como un ídolo del hombre que le esclaviza, que le somete.
La mentira, que es el
pecado, es negación de Dios; cada vez que hacemos mal uso de nuestra libertad y
usamos nuestros dones para ir en contra de quien nos los dio, es negación de su
amor, de su misericordia, de su bondad, de lo que nos ofrece; porque es elegir
como mejor, como más favorable y como fuente de felicidad todo aquello que se
opone a Dios.
Sólo en Jesús seremos
realmente libres, sólo por medio de Él, camino, verdad y vida, ofreceremos al
Padre Dios el verdadero culto que le es debido, en espíritu y en verdad.
¡Quedaos con Dios!
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