miércoles, 12 de febrero de 2014


Oh, Señor: haz nuestro corazón semejante al tuyo. Por Iván Muvdi.


Lectura del primer libro de los Reyes (10,1-10):

En aquellos días, la reina de Sabá oyó la fama de Salomón y fue a desafiarle con enigmas. Llegó a Jerusalén con una gran caravana de camellos cargados de perfumes y oro en gran cantidad y piedras preciosas. Entró en el palacio de Salomón y le propuso todo lo que pensaba. Salomón resolvió todas sus consultas; no hubo una cuestión tan oscura que el rey no pudiera resolver.
Cuando la reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los manjares de su mesa, toda la corte sentada a la mesa, los camareros con sus uniformes sirviendo, las bebidas, los holocaustos que ofrecía en el templo del Señor, se quedó asombrada y dijo al rey: «¡Es verdad lo que me contaron en mi país de ti y tu sabiduría! Yo no quería creerlo; pero ahora que he venido y lo veo con mis propios ojos, resulta que no me habían dicho ni la mitad. En sabiduría y riquezas superas todo lo que yo había oído. ¡Dichosa tu gente, dichosos los cortesanos que están siempre en tu presencia, aprendiendo de tu sabiduría! ¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia!»
La reina regaló al rey cuatro mil quilos de oro, gran cantidad de perfumes y piedras preciosas; nunca llegaron tantos perfumes como los que la reina de Saba regaló al rey Salomón. Palabra de Dios.

 

Salmo Responsorial:

R/. La boca del justo expone la sabiduría

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho, como el mediodía. R/.

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho:
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan. R/.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,14-23):

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola. Él les dijo: « ¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letrina.»
Con esto declaraba puros todos los alimentos. Y siguió: «Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro." PALABRA DEL SEÑOR.

Meditación:

En la liturgia de la palabra del día de ayer, se nos proponía como tema el evitar que nuestro culto fuera algo vacío, algo de simple apariencia externa. Esta reflexión que nos hace el Señor derivó del reclamo de los fariseos a los apóstoles por no cumplir con el rito de purificación. Las tradiciones humanas se habían colocado por encima de los mandatos divinos.

El día de hoy, se nos habla sobre qué es lo que hace impuro al hombre y sobre todo de dónde viene esa impureza.

En este sentido, debemos entender la primera lectura. Salomón y todo su esplendor. Sabemos que Dios le dio una sabiduría sin igual. Sin embargo, los dones que de Dios recibimos son medios para alcanzar un único fin, son caminos para servirle a Él y a su pueblo y para que nuestra relación filial y fraternal sea cada vez más estrecha. Pero, por otra parte, cuando los bienes y los dones que hemos recibido dejan de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo, terminan alejándonos de Dios, pues nos pueden llevar al terrible error de la autosuficiencia, de la auto afirmación, de mirar a los demás por encima del hombre. Así sucedió a los fariseos cuya piedad era grande, pero los llevó a sentirse por encima del resto de sus hermanos.

Salomón se confió y ya hacia el final de su vida terminó desviando su corazón adorando a dioses extranjeros. “Velad y orad para que no entréis en tentación”, “el espíritu está presto pera la carne es débil”; estas frases serían parte del testamento que Jesús empezó a escribir desde el Huerto de los Olivos.

Son muchos los ataques que recibimos, ya sea, del demonio, el mundo o la carne. Debemos ser centinelas que siempre velan para que la fortaleza no caiga. Que no se cumpla en nosotros lo que anunció el profeta: “Ciegos están todos los guardianes de Israel; ninguno de ellos sabe nada. Todos ellos son perros mudos, que no pueden ladrar. Se acuestan y desvarían; les encanta dormitar”. Is 56,10.

Es nuestra tarea abrirnos a la gracia de Dios para colocar nuestro corazón en sintonía con el latir de Dios: “tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús, que no hizo alarde de su categoría de Dios; por el contrario, se anonadó a sí mismo hasta tomar la condición de esclavo”.

Que el Señor nos conceda la gracia de estar atentos a rechazar, a no secundar todo aquello que no viene de Dios, que no es de su agrado.

Oh, Señor; habita nuestro corazón y que tu gracia extinga todo aquello que de Ti pueda separarnos. Que cada uno de nosotros sea para sus hermanos, Cristo que pasa, esparciendo la semilla del amor, de la paz, de la reconciliación, de la fidelidad, aún en los terrenos más recónditos y áridos de esta civilización moderna.

Quedaos con Dios!

 

 



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