“Los que escuchan la Palabra de Dios y la
ponen en práctica”. Por Iván
Muvdi.
Lectura del segundo
libro de Samuel (6,12b-15.17-19):
En aquellos días, fue
David y llevó el arca de Dios desde la casa de Obededom a la Ciudad de David,
haciendo fiesta. Cuando los portadores del arca del Señor avanzaron seis pasos,
sacrificó un toro y un ternero cebado. E iba danzando ante el Señor con todo
entusiasmo, vestido sólo con un roquete de lino. Así iban llevando David y los
israelitas el arca del Señor entre vítores y al sonido de las trompetas.
Metieron el arca del Señor y la instalaron en su sitio, en el centro de la
tienda que David le había preparado. David ofreció holocaustos y sacrificios de
comunión al Señor y, cuando terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en el
nombre del Señor de los ejércitos; luego repartió a todos, hombres y mujeres de
la multitud israelita, un bollo de pan, una tajada de carne y un pastel de uvas
pasas a cada uno. Después se marcharon todos, cada cual a su casa. Palabra de Dios.
Es el Señor en persona.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R/.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra. R/.
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R/.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria. R/.
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.»
Les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»
Y, paseando la mirada por el corro, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»
Palabra del Señor.
En este salmo, se glorifica a Yahvé como Señor y Creador del mundo. «A
Yahvé pertenece la tierra y su plenitud». Se denomina a Yahvé «Señor de toda la
tierra»
Se hace referencia al contenido total del mundo creado, como término
cosmológico, se refiere a la «tierra firme» o «tierra productiva »,
iluminada y sustentadora de la vida: esa tierra que –según las viejas
cosmogonías- fue ganada al mar del caos.
Manos y corazón: con estas dos expresiones se exige la pureza y limpieza de
los actos exteriores y de los movimientos más íntimos del corazón. El
«verdadero Israel» está integrado por personas que subordinan su vida diaria a
las exigencias de tener las manos limpias y el corazón puro.
Según el Sal 24, el centro de toda la
creación se halla en el lugar donde Yahvé se manifiesta y está presente en
medio de su comunidad.
El Dios que emerge del ocultamiento de la historia antigua de Israel,
entra en el esplendor de la glorificación universal. En el cumplimiento del
nuevo testamento, Dios mismo -en Jesús de Nazaret- sale del ocultamiento de la
historia de Israel para situarse en medio de su pueblo y en medio del mundo. El
es el Rey a quien se ha dado autoridad plena en el cielo y en la tierra.
El Evangelio, por su parte, nos trae el eco de la voz de Cristo que
solemnemente proclama que quien escucha la Palabra de Dios y la pone en
práctica, ése es, su madre y su hermano.
Brevemente quisiera resaltar tres ideas; una de cada lectura.
1. La
danza de David: la espiritualidad
cristiana nos lleva a la certeza de que en este mundo, estamos de paso.
Realmente, nuestra verdadera vida, espera por nosotros, junto a Dios. Por eso,
algunos han comparado nuestro tránsito por este mundo, como el de un bebé en el
vientre de su madre, para indicarnos con ello, que lo que ahora nos ocurre, nos
gesta para la vida eterna. Quisiera proponerles que pensemos que en esta vida
vamos en procesión “hacia el santuario”; Dios busca colocarnos en nuestras
situaciones diarias, “frente al santuario”, para que, como era la costumbre en
nuestro corazón resuene la pregunta que se hacía en este culto que hemos
detallado en la parte inicial de este escrito: ¿Quién es el Rey de la Gloria?
Creo que el inicio de un serio proceso de conversión se origina en la respuesta
que demos a este interrogante. ¿Quién es Dios para nosotros? ¿Qué esperamos de
Él? ¿Con qué objeto nos acercamos a Él?
Por otra parte, ante tanta
adversidad, yo me puesto a pensar ¿cómo estoy subiendo yo a la presencia del
Señor? ¿Entre danzas? O por el contrario, ¿entregado al dolor? No es fácil, mis
queridos hermanos, por eso es importante, empezando por mí, renovarnos cada día
en la certeza de que Dios nos ama y que no nos abandona.
2. ¿Quién
puede entrar en el recinto sacro? Si en el numeral anterior la liturgia cultual nos preguntaba ¿quién era el
Rey de la Gloria? ahora, como parte del rito, somos nosotros quienes frente al
santuario preguntamos ¿quién puede entrar en el santuario? Y la respuesta por
la que debemos vivir es: aquel que tenga manos limpias y corazón puro. Guardar
lo interior y lo exterior. Cuidar mucho lo que vivimos y lo que mostramos a los
demás. Pero hay un problema, que con frecuencia recalcaba San Pablo, y es que, todos
tenemos un aguijón en la carne; un ancla cuyo peso nos hace tender de manera
natural hacia el fondo. Sólo en Dios podemos estar por encima de esta
inclinación natural al mal que la Iglesia ha llamado concupiscencia. Si Dios
permite ese aguijón es para que no nos adormezcamos pensando que ya hemos
logrado todo en el ámbito del alma. Sin embargo, el otro problema que esto trae
consigo es el dejarnos desalentar por nuestra fragilidad. El enemigo de Dios y
de las almas trata por todos los medios de vendernos la idea de que no tenemos
remedio y de que Dios no nos ama, o nos rechaza, por nuestros pecados. Nunca
olvidemos que Él es el Padre misericordioso que con los brazos abiertos y con
un vestido nuevo, nos espera como al hijo pródigo.
3. Mi
hermano, mi hermana y mi madre: algunos erróneamente se atreven a afirmar, por comentarios como éste, que Jesús
despreciaba a su madre. No hay nada más distante que esto; primero porque
escrito estaba: “Maldito el que desprecie a su padre o a su madre” (Dt 27,
16-23) y Jesús cumplió la ley (Hb 4,15) (Gal 4,4), y segundo porque lo que
quiere indicar en primera instancia es que, lo que hace grande a María, no sólo
el hecho de haberle llevado en su vientre. Si lo recuerdan, la única que en
realidad no abandonó a Jesús, que permaneció fiel a su Palabra, fue ella; estuvo
todo el tiempo con Él, y un dato interesante: ¿por qué los evangelios no la
mencionan visitando la tumba de Jesús? ¿Creen que es casualidad? Ella creyó, a
diferencia del resto, que Jesús resucitaría al tercer día. La mejor discípulo
de Jesús fue ella, cuyo papel lejos de opacarse, se intensificó, manteniéndose
en oración y vigilia como podemos verlo en Pentecostés. Ella escuchaba atenta, todo lo guardaba en su corazón y lo llevaba a
la práctica. Es eso, lo que Jesús quiere recalcar, y de igual modo, nosotros
que hemos sido hechos su familia por medio del bautismo, estamos llamado a
vivir en fidelidad a nuestros compromisos bautismales de renuncia al mal, de
servicio a Dios y de vivencia de nuestra filiación.
Escribíamos en la explicación del salmo que en la cosmología de la fe, el
salmo proclama a Dios como Creador y Señor de la Tierra; se refiere a la
«tierra firme» o «tierra productiva », iluminada y sustentadora de la vida: esa
tierra que –según las viejas cosmogonías- fue ganada al mar del caos. María,
nuestra Santísima Madre, es para mí, la primera tierra firme (porque siempre ha
estado fundada sobre Dios como Roca, nunca perteneció a Satanás), productiva
(porque llena toda ella de la gracia de Dios no ha hecho sino producir frutos
como todo buen árbol plantado por Dios), iluminada y sustentadora de la vida (Madre
de Aquel que es la luz del mundo) que fue ganada al caos en el momento en que,
al ser concebida, fue preservada de la mancha del pecado original.
Quedaos con Dios!
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